Sin duda, un tranvía es un tranvía, un trolebús es un trolebús y un autobús es un autobús... y sin embargo, esta polémica semántica es el mejor reflejo del triunfo del tranvía. Hace solo 30 años decir tranvía era casi tabú. En el imaginario colectivo el tranvía era un trasto anticuado, peligroso, destartalado que, evidentemente, había que erradicar en nombre de la modernidad. De ahí que, cuando se volvió a pensar en recuperar este medio de transporte, al principio, fueron muy pocas las ciudades que se atrevieron a reivindicar su nombre histórico (entre ellas, Valencia) e intentaron camuflarlo con términos que, aparentemente, inspiraban modernidad: metro ligero (ya se sabe, el metro es "lo más" y en nuestra sociedad, obsesionada con los "michelines", lo ligero está también muy bien visto).
Sin embargo, 30 años después, el éxito del tranvía es tan incuestionable que, ahora, resulta que los autobuses (y trolebuses) quieren atribuirse sus virtudes: el trolebús de Castellón, al que llaman TRAMCas (creo que, en realidad, significa algo así como TRansporte del Area Metropolitana de Castellón), los "tranvías de fibra óptica", (el de Castellón también responde a esta tipo), el TRAM Bus que ahora prometen implantar en algunas ciudades como Zaragoza...
Salud
Juanjo Olaizola