El último correo se aleja de Matarrosa como si no pasara nada, como si fuera el primer día. Algo moría en el valle del Sil, en silencio, desapercibido y oculto, tergiversado por un progreso falsamente propagado, una impostura en definitiva. Hoy, el recuerdo del correo y del mixto son cuanto queda de las vivencias de generaciones que crecieron al son de sus jadeos y horario durante poco más de 60 años. Pero éste recuerdo es lo que genera la esperanza en un renacer de la línea. Muerto el carbón, vuelve el correo reivindicando su puesto en la modernidad, conservándose como siempre, con la solera de lo auténtico, deseoso de volver a llenar de vida y color el valle para que con su alegre y risueño silbato nos inunde de la alegría de vivir tan maltrecha por la experiencia colectiva de los últimos tiempos.
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Saludos.