Me niego a entrar en el juego del liberalismo salvaje que consiste, básicamente, en pedir rentabilidad sólo a lo que a mí me interesa (rentabilidad económica; la social, se obvia). O todos tirios, o todos troyanos. Y mientras las carreteras, los puertos comerciales, los aeropuertos, etc... sigan sin rendir cuentas de rentabilidad, es totalmente injusto exigírselas a una línea de ferrocarril. Un país que ha sido asfaltado de autovías y autopistas de peaje de norte a sur y de este a oeste a fondo perdido, no creo que esté en condiciones de exigir nada. Y mucho menos si se siguen operando con normalidad aeropuertos o puertos que deberían estar cerrados (si es que nos vamos a fijar únicamente en la rentabilidad económica).
Pero es que, incluso dentro del mundo del ferrocarril, ha habido políticas liberales para beneficiar a empresas con obra pública o a arquitectos a título personal, en operaciones no sólo de dudosa eficacia y rentabilidad, sino que en ocasiones han empeorado el servicio - y por tanto- la rentabilidad que se exigía al ferrocarril por el otro lado. Por ejemplo, ¿cuál ha sido la rentabilidad de derruir decenas de edificios de estaciones históricas y construir nuevos cubos de hormigón, acero y cristal que han crecido como setas? ¿Cuál ha sido la rentabilidad de chapuzas como lo cambios de trazado o los andenes provisionales en Burgos, León, Valencia, Granada...?
Y en cuanto a la entrada de DB, simplemente opera con lógica. Siempre pensé que en un país tan grande y tan despoblado como España, aparte de las dos líneas troncales, debería haberse gestionado la AV por regiones: hacerlas fuertes en número de viajeros entre ciudades cercanas, y una vez conseguido ese objetivo, avanzar hacia Madrid.
Porr ejemplo, en el caso de Galicia, comunicando muy bien las capitales y las ciudades de mediana o considerable importancia, y unirlas con sus vecinas entre las que se sabe que hay un flujo razonable de viajeros o la posibilidad de que lo haya (estudiando las cifras de autobuses/coches privados), en este caso la zona de Viana-Porto. Y una vez que todas esas relaciones regionales crezcan como la espuma, haber sondeado la posibilidad de avanzar hacia la meseta.
Pero ya sabemos que el empeño de unir todo con Madrid no viene de hoy, sino desde Carlos III, así que poco se puede hacer ya para rectificar esa política centralizadora que día a día nos está consumiendo económicamente, y que se ha agravado enormemente en la última década.
Saludos
Carrington, viendo Madrid y recordando el Trántor de Asimov de la saga de "La fundación"