Se cumple este año el centenario de la publicación de esta obra de Eduardo Zamacois. No debemos dejar pasar la efeméride sin recordar el echo, bien sea para el conocimiento de los más jóvenes o para el recuerdo y reflexión o cruce de comentarios y enriquecimiento de todos los que somos aficionados.
Este título viajó conmigo tras las vacaciones de navidad, pasadas en casa. Le oí mencionar la obra, por primera vez, a mi tío…conocedor de mi afición ferroviaria, cuando no tenia los 20, pero lo dejé estar durante mucho tiempo. Mi devenir vital me ha llevado por otros caminos y ahora he encontrado la oportunidad.
Zamacois se ha considerado un autor secundario por algunos, aunque otros consideran a ésta su mejor obra y lo coloca en una posición que conecta con la generación del 98 en la descripción de los paisajes castellanos, por ejemplo.
El el blog “el sendero perdido” http://victorespunyrodriguez.blogspot.c ... il-de.html se menciona:
Gracias a los cambios de línea a los que el vagón es sometido a lo largo de su vida, el lector se pasea por casi todas las regiones españolas y percibe una amplia panorámica, siempre teniendo como centros las estaciones ferroviarias, de la sociedad española de las primeras décadas del siglo XX. Y no sólo lo hace de las distintas capas de la sociedad, en aquella época muy diferenciadas, sino también del paisaje español. Es aquí, curiosamente y donde menos me lo esperaba, donde se pueden encontrar en esta novela de un autor de supuesta segunda fila páginas inolvidables.
En una tesis del 2006 de José Ignacio Cordero Gómez se comenta:
“El 9 de julio de 1921 apareció, en La Novela Semanal, Memorias de un vagón de ferrocarril, novela corta escrita por Zamacois. En ella un vagón de ferrocarril de primera clase nos cuenta su “vida”….Esta novela corta, de sesenta páginas, aparecerá al año siguiente (1922) convertida en una novela, de más de trescientas páginas, en la que el vagón nos sigue contando su vida… Pero no sólo nuestro protagonista tiene vida; los vagones hablan entre sí y tienen distintos apodos; el vagón protagonista es llamado “el Cabal” por lo bien hecho que está; otros se llaman “el Misántropo”, “doña Catástrofe”, etc. Las locomotoras se llaman “la Caliente”, “la Tirones” y “la Recelosa”…El abarcar un largo periodo de tiempo hace, además, que conozcamos las diferentes categorías que va adquiriendo el protagonista, de vagón de primera clase a vagón de tercera, con los correspondientes cambios en las rutas, los paisajes y el espectro social de los viajeros, lo que abunda en la complejidad…Melancolía sin amargura; el vagón llega al final de su existencia con la satisfacción del trabajo bien hecho. Ha llegado el momento de recordar.”
Zamacois se prepara la novela, conoce el ferrocarril, su ambiente y sus profesionales y lo evidencia en su libro.
No lo he terminado aún pero, hasta ahora, para mi, está siendo una lectura muy agradable que me transporta a un medio de transporte y una sociedad que fue, con un hacer muy característico y que ya no volverá. Lectura recomendable para pasar un buen rato, aprender y reflexionar en su centenario.