El martillo con el que golpeaban las ruedas servía para que el especialista detectase posibles fisuras en las mismas según el sonido.
En el museo de Bo'ness, en los alrededores de Edimburgo, había un ejemplo muy claro. La rueda buena sonaba como una campana, mientras que la rajada sonaba cono si estuvieses golpeando un fardo.
Entre los colegas, los llamábamos, cariñosamente, los "ruedaescuchas"
Inchenchato escribió:
¡El segundo martillo, corresponde al regalo de mi señora madre, en mi decimosegundo cumpleaños. Al ver que mi indumentaria era de negro con camperas y oia musica muy ruidosa.
Igual nos encontramos alguna vez por el Utopía...
