Es lo que ha ocurrido en todas las ciudades de España de los últimos 30 años:
-si hay posibilidad de pingües beneficios, se destruyen edificios históricos, o se los aísla; se levantan torres y bloques monstruosos, y queda un espacio verde reducidísimo que les sirve a los de siempre para llenarse la boca con aquello de que trabajan por "el bien común" y la "notable mejora de la calidad del entorno de los ciudadanos". Mentiras varias que pueden verse agravadas si algún responsable público pone la mano a espaldas del personal. La única ventaja, para el ciudadano es, en el mejor de los casos, que puedan seguir cogiendo el tren donde siempre, sólo que ahora lo harán bajo tierra y pagando una millonada por tener instalaciones subterráneas que requieren de iluminación y ventilación las 24 horas del día. En el peor de los casos, la parada de tren se resitúa a varios kilómetros del punto original, con lo que la "mejora en la calidad urbana" se ve contrarrestada por una "agonía en su capacidad de movilidad por transporte público".
-si no hay posibilidad de beneficios, los proyectos se quedan sin ejecución en el mejor de los casos; en el peor, a medio hacer, con una cantidad importante de dinero público desperdiciado y que no va a ninguna parte porque no se ha acabado el proyecto original. Normalmente, en estos casos, la simple construcción de un enorme espacio verde sin nada accesorio, como me parece apreciar en el caso de Zaragoza, es realmente barato comparado con otros proyectos faraónicos, PERO... claro, como no hay beneficios que llevarse al bolsillo, los proyectos que sí que realmente revierten en el ciudadano y en la mejora de la ciudad quedan, misteriosamente, en el limbo de las "dificultades". En estos proyectos abandonados suele repetirse un modo de actuar todavía más grave. Los previstos "edificios emblemáticos", perfectamente prescindibles pero que se presentan como una trampa de miel para las moscas, no pasan del papel por ausencia de beneficio privado de ciertos patrocinadores (es decir, porque se dan cuenta que no van a ganar la suficiente pasta). Y aunque dichos edificios absurdos podrían sustituírse por unos más necesarios para la ciudad (una biblioteca, un teatro, un polideportivo municipal...), como tampoco sirven para enriquecerse (o para enriquecerse de un modo tan abusivo como poner a la venta/alquiler un bloque de oficinas), al final queda todo en agua de borrajas y con paisajes que recuerdan a la luna o a un futuro distópico pos-apocalíptico.
Saludos
Carrington, recordando el parque de atracciones abandonado de su ciudad