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Rodeando los Andes

Moderador: pacheco


Nota 20 Sep 2010 19:43

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Buenas a todos. Como ya se los había comentado inicialmente soy chileno y el verano de este año (Febrero) hice un viaje saliendo desde Santiago, en donde vivo, hacia el sur y luego hasta Buenos Aires, con otras vueltas por ahí, con la idea de viajar en la mayor cantidad de trenes posibles. Puede que alguno de ustedes ya lo haya visto en otros foros, pero quería compartirlo también con ustedes. Hasta el momento he desarrollado seis capítulos, bastante extensos, y creo que al final serán siete. Espero que no se aburran, aunque igual hay material ex-RENFE, que disfruten el relato y que me den sus opiniones sobre el mismo. Ahí va:

PRIMERA PARTE

Miércoles 10 de Febrero de 2010


Estando en Santiago, la fase inicial (fase “cero”) del viaje implicaba ir hacia el sur, hasta mi natal Osorno, para pasar el fin de semana a Bariloche. El día anterior había comprado el pasaje hasta Chillán, en clase Preferente (No había en Salón, como para ahorrar, pero se gana mucho en comodidad). Iba a tomar el tren Nº 22007, que salía a las 12:30 y que era servido por una locomotora E-269, un coche Preferente, el Comedor y 2 Salones, en vez del clásico 444, lo que hacía más interesante el viaje, por la menor cantidad de oportunidades que hay para ver ésta formación haciendo servicio.

(Antes de seguir, les dejo un PDF con un mapa para que se ubiquen: http://www.mapas.mop.cl/pdf/Carta_2007.pdf , específicamente de la página 6 a la 8)

Llegué a la estación alrededor de las 12:10, con mi gran mochila en la espalda, cargadita para una vuelta de dos semanas por el cono sur de América Latina. Había mucha gente en el andén 6 esperando al tren, que aún no aparecía. En la vía 7 estaba la Brissoneau D-7148 de EFE. Se acercaba la hora de salida y del tren, ni noticias. A las 12:26 aparece por los patios de Alameda el verde tren, formado con la E-269.04 (Titular del servicio), el preferente P-205, el comedor C-102 y los salones S-310 y S-312, más la E-269.01, que era la encargada de llevar el tren a andenes y así evitar que la “4” lo hiciera desde talleres en reversa. A las 12:29, un minuto antes de salida, para en el andén 6 y la gente empieza a subir.

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D-7148 en vía 7

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Entrada del tren vacío

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Vista del tren


Subo a mi coche y ubico mi asiento, el número 50, que correspondía a uno ubicado en una fila solitaria (dado que la distribución de asientos del coche es 2+1), lo que me daba la libertad de mirar por la ventana y moverme por el pasillo sin molestar a nadie. El coche estaba lleno, dada la temporada y la gran cantidad de pasajeros que ha ganado TerraSur (de hecho, Enero fue el mejor mes de la historia del servicio, en cuanto a la cantidad de pasajeros transportados: unos 82.000). Siendo las 12:43, partimos desde Alameda.


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Movimiento en el preferente

La salida en el primer kilómetro fue lenta, dada por la prevención que hay durante el día de circular a 20 km/h (los AEZ la tienen a 10 km/h) por el efecto del calor en la catenaria de ese trecho, que es hasta Empalme (pasado el Kilómetro 1, donde nace el ramal a San Antonio, en la costa), en donde nos detuvimos por un par de segundos. Luego de eso, empezamos a acelerar, sin alcanzar una velocidad acorde al atraso que llevábamos, llegando a pasar lento incluso en lugares donde comúnmente se corre arriba de los 90 o 100 km/h. Unos 10 minutos después de salir cruzamos el paso sobre nivel de calle Departamental, que está en obras e implica cruzar a 5 km/h, luego de lo cual aceleramos hasta unos 120 km/h. Durante esta acelerada cruzamos, a las 12:54, con el TerraSur Nº 22002, que tendría que haber llegado a Alameda a las 12:30. A las 13:00 estábamos pasando por San Bernardo (PK 16), nuevamente a baja velocidad (unos 40 km/h), mientras se daba un mensaje en el coche, que debe haber sido de la ubicación del comedor y los baños (ya ni me acuerdo). Volvemos a acelerar a unos 120 kilómetros, para luego volver a bajar la velocidad y cruzar Buin a unos 30 km/h. La verdad es que era raro que el tren estuviera yendo tan lento y no estuviera recuperando el atraso, si no todo lo contrario. Empecé a pensar que podía ser un problema de la locomotora o algo raro que estuviera pasando en la vía. A Paine (PK 41, cabecera del ramal a Talagante, que empalma ahí con el ramal a San Antonio) entramos tomando la vía contraria a eso de las 13:23 (siendo que a las 13:20 ya teníamos que estar en Rancagua, 41 kilómetros más al sur), luego de lo cual empezamos a acelerar otra vez, hasta que rebasamos al UT-440.108, que estaba detenido en la otra vía, sin pasajeros, casi a la entrada de la estación Hospital (Km 47). ¿Habrá sido un atropello o una falla del equipo? Nunca lo supe. Seguimos nuestro periplo, ya saliendo de la región Metropolitana y manteniendo una buena velocidad en casi todo el resto del trayecto (sobre 100 km/h), cruzando a las 13:42 con el TerraSur Nº 22004 a la entrada de Graneros (Km 70), el cual tendría que haber llegado a Alameda a las 13:30. Definitivamente, los “terras” no andaban en su mejor día.


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Hacia Rancagua


Entramos a la estación de Rancagua, capital de la región del Libertador Bernardo O’Higgins, a las 13:50, acumulando hasta ese momento una media hora de atraso. En el patio se encontraban la E-3223 y una E-17 sin identificar de FEPASA. Un par de minutos después salimos otra vez en nuestro viaje al sur, cruzando el gran río Cachapoal y viendo las instalaciones donde TRANSAP carga el ácido sulfúrico que lleva al Patio Barrancas, en San Antonio, además de su respectiva maestranza, ubicada un poco más al sur del cargadero. Cerca de Requínoa (Km 96), cruzamos con el TerraSur Nº 22006 atrasado, con hora de llegada a Alameda a las 14:30. Cabe destacar que todos los servicios de TerraSur se hacen con UTS-444, en composiciones simple o doble, saliendo las E-269 en caso de necesidad de equipos o de alta demanda de pasajes.


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Cruzando el Cachapoal


Siendo las 14:22, entramos a San Fernando, la segunda parada del recorrido, en donde estaba esperando la UT-440.103, esperando para iniciar viaje a Alameda. Tres minutos después, ya estábamos en ruta otra vez. A la salida de San Fernando es donde se acaba la vía doble de la Red Sur del ferrocarril, con lo que tenemos vía simple hasta el final de la vía principal.

Un par de kilómetros al sur cruzamos el puente sobre el río Tinguiririca, inmediatamente después del cual está el empalme al ramal a Pichilemu, hoy existente sólo hasta Peralillo y con operación regular hasta Colchagua por el Tren del Vino. Personalmente considero el tramo entre San Fernando y Curicó el más bonito de la zona que atraviesa este servicio, por el paisaje que muestra en varias partes. A la salida de Chimbarongo (Km 148), iniciamos el recorrido por la variante Quinta, hecha porque un buen tramo de la vía sería inundado por el Embalse Convento Viejo, incluyendo la estación Quinta. En esta variante se hizo una subestación a la mitad del recorrido y un patio, emulando a la estación que desaparece (de hecho, la subestación se llama “Quinta”, por lo que este patio vendría a ser la nueva estación Quinta). Este tramo lo hice en el coche comedor, al que me fui con el sólo pretexto de estar en él, dado que en los 444 hay cafetería en el extremo del Preferente, pero no coche Comedor, por lo que era una oportunidad que no quería desaprovechar.

La verdad que el ambiente que da ese comedor es único: vas sentado, apoyado en esa mesa, con el viento helado que sale cerca de ti (por el AA), mientras sólo te encargas de mirar el paisaje. Estaba solo en esa mesa, así que me quedé tranquilo allí, sólo mirando y filmando parte del recorrido como mi cámara digital. Al cabo de que habían pasado unos 20 minutos, me sorprendió de que no hubiera pasado nadie de los que atiende el coche a ofrecerme algo, ya que cuando viajamos en veces anteriores que había estado en ese comedor, el consumo de algo era obligado para poder usarlo. Al final, cuando me levanté de mi asiento (que fue rápidamente ocupado por dos niñitas), fui a comprarme una bebida en lata, como para tomar algo, la que estaba tibia, además de un poco cara. Me la tomé igual.


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Hacia Curicó

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Comedor

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Comedor, de noche. Foto de la noche anterior



Volviendo al tema de la variante, termina en las cercanías de Teno (km 170), en donde hay una pequeña base de FEPASA, ya que ahí se carga cemento de la empresa Bío - Bío y contenedores de la empresa Agrozzi, teniendo en el patio de la estación a la D-5110, una GE U5B, a órdenes. Casi a las 3 de la tarde llegamos a la estación Curicó (km 185), tercera parada del recorrido, con el nuevo techo sobre los andenes a medio construir (hoy todo esto derrumbado con el terremoto). Durante la detención se escucha el clásico aviso de las “Toooortas curicanas”, un clásico de los trenes al sur, de Curicó y de la gastronomía chilena por más de un siglo, el cual es un pastel que se hace en diversos tamaños y sabores, como alcayota, manjar, almendras, nuez, manjar con naranja y almendra con nuez.

Seguimos nuestro viaje por la Región del Maule, atravesando localidades como Lontué, donde el tren recibió piedrazos, Molina, donde estaba otra U5B de FEPASA, la D-5105, Itahue, donde cruzamos con el TerraSur Nº 22008, servido por el UTS-444.601, Camarico, San Rafael y Panguilemo. Se destacan también los paisajes de la zona, con grandes campos de girasoles, varios árboles y el pasto con esa tonalidad medio mostaza, como un intermedio entre las zonas más agrestes del norte y los verdes y húmedos campos del sur. Por toda esta zona hay varios ríos que cruza la vía férrea, con puentes como el Lircay o el Claro, resultando este último bien atractivo para tomar fotos, dado su forma singular respecto a otros puentes. Echando un vistazo al interior del coche, había un ambiente de tranquilidad: varias personas dormían, algunas usaban sus notebooks, aprovechando que cada asiento del coche Preferente tiene un toma – corriente individual, otros miraban el paisaje y otros veían alguna película, como algunos niños que estaban no muy lejos de mi asiento y que debían estar usando un reproductor de DVD portátil para ver un programa infantil, el que podía escuchar. Con lo que escuché, me quedé pensando cómo un pez globo o un lenguado podía robarse lápices rojos, diarios rojos y carteras rojas. Nunca lo supe y creo que nunca lo sabré.


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Dos tomas del puente sobre el Río Claro


A las 15:38 hicimos entrada a la estación de Talca (km 249), la intermedia más importante del recorrido, de donde inicia el ramal a Constitución, de trocha métrica, que es servido por buscarriles Ferrostaal de la década del ‘60. En sus patios estaban la E-3227, E-3234, D-1811 y la D-2348, al final del patio y con un tren armado, listo para salir (todas las locomotoras mencionadas también de FEPASA). En la segunda vía de la estación estaba el UTS-444.608, salido hace poco de pintura, sin rótulos todavía y, seguramente, en pruebas, ya que estaba sin pasajeros. En el depósito de EFE estaba un buscarril afuera y otro bajo techo, éste último seguramente el que haría el servicio a Constitución de las 16:15. Además, estaban la D-16012 y E-3017 de EFE, pero arrendadas a TECDRA (Empresa que mantiene la vía entre Alameda y Chillán, además de Hualqui – Mercado y Concepción – Lomas Coloradas, en la región del Bío – Bío. Junto a las locomotoras estaba el pescante diesel, también arrendado a la misma empresa.

15:42 y reanudamos viaje, bajo el cálido sol y el limpio cielo de Enero, además de ir corriendo paralelo a la vía métrica del ramal a Constitución por unos cuantos kilómetros. En ese trecho se suelen dar de rebases por parte de los TerraSur a los buscarriles. Unos minutos después pasamos por la estación Maule, de donde nace un desvío a una cantera, que nos acompaña un par de kilómetros hasta casi el puente sobre el río homónimo. Unos minutos después de eso no más llegamos a nuestra próxima detención: San Javier, en donde cruzamos con el TerraSur Nº 22010, servido por el UTS-444.609. En sus patios estaba la E-1724 con su pantógrafo arriba y junto a varios vagones de celulosa. Otra corta detención y partimos nuevamente, pasando por pequeñas localidades como Villa Alegre y Putagán, luego de las cuales llegamos a nuestra siguiente detención: Linares, ubicada en el kilómetro 300, en donde hicimos una parada de un minuto. Luego atravesamos otras localidades pequeñas como Miraflores, Longaví, Retiro y Copihue, hasta Parral (km 339), nuestra antepenúltima detención. Esta pequeña ciudad, cuna del poeta Pablo Neruda y del levantado ramal a la ciudad de Cauquenes, nos recibió a las 16:40, bajo un intenso calor y con un leve movimiento de viajeros. Dos minutos después, ya seguíamos viaje con nuestra colorida formación. Vamos pasando por terrenos más llanos, pero aún así con una buena cantidad de ríos que se cruzan. Pasamos por las estaciones de Perquilauquén, Ñiquén (en donde chocaron dos trenes hace algunos años) y Buli. A las 17:00 hicimos nuestra siguiente detención en San Carlos (km 373), capital de la longaniza y cuna de la cantautora Violeta Parra, a la hora a la que deberíamos estar llegando a Chillán. Antes de entrar a la estación, mi coche recibió un piedrazo, que lo llegué a sentir. Rápidamente, como ha sido la tónica, reanudamos viaje, ya en suelos de la región del Bío-Bío, pasando por la estación de Ninquihue y cruzando luego en Cocharcas con el TerraSur Nº 22012, el penúltimo servicio del día, asegurado por el UTS-444.607.


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Vía métrica del ramal a Constitución

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Río Maule

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Paisaje

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Linares


Ya nos acercábamos a Chillán y prueba de ello era que cruzábamos el gran río Ñuble, lugar donde hace un par de veranos descarriló un tren de FEPASA, que mantuvo cortado el tráfico por un buen tiempo. Siendo las 17:20, entramos a la estación de Chillán (km 398), con su gran patio y maestranza, a pocas semanas de su cierre definitivo. Al final llegamos con 20 minutos de retraso sobre el itinerario original, dejando un tiempo de viaje de 4 horas y 37 minutos desde la salida de Alameda, mostrando que no se recuperó atraso, si no que se aumentó un poco.

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El río Ñuble, a las apuradas

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Chillán

Horario del viaje, resumido:
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Esa misma formación era la que debía hacer el servicio 22014 a Alameda, con hora de salida a las 18:00, por lo que había que hacer las maniobras rápido. Se desenganchó a la E-269.04, que fue hasta el final del patio, para luego pasar por la segunda vía de la estación de Chillán rápidamente hacia la otra punta, para quedar de nuevo a la cabeza del tren, pero esta vez mirando hacia el norte. Justo a las 18:00, entró a la vía 2 el servicio 22009, a la hora, que salió de Alameda a las 13:30, con multitud de pasajeros que tuvo que esperar a que saliera el tren de la 269 para poder salir hacia la estación. Alrededor de las 18:05, la 269.04 se puso nuevamente en acción y partió de vuelta a casa, al mando del servicio 22014. Luego de aquello, me retiré.

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Maniobrando

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Lista para salir


Saliendo a Santiago


Frente a la estación, está el terminal de buses de la empresa “Línea Azul”, a donde pasé a consultar pasajes seguir a Osorno, a algo más de 500 km de Chillán. 23:30, nada; 00:30, nada; 01:30, nada; 02:30, nada...no había pasajes en esa empresa, así que obligado a ir al otro terminal, que tenía entendido que estaba lejos. Salí a la calle y consulté dónde estaba el otro terminal, a donde decidí ir caminando, ya que no estaba lejos, así que me compré un contundente pan amasado y puse “pies a la obra”. En unos 15 minutos ya estaba en el terminal “María Teresa”, a donde llegaba principalmente Tur-Bus (más el resto de empresas que forman el conglomerado) y Pullman Bus, logrando sacar pasaje para Osorno a las 23:45, en semi-cama, alcanzando uno de los últimos pasajes. Llamé a Osorno y avisé que llegaba a las 6 de la mañana a tocar la puerta del departamento (que consideración de parte mía, jejeje) y me quedaron unas cuantas horas para ver que hacer, como pasar a un ciber, comer algo y tratar de matar el rato viendo películas en el terminal o mirando lo que enfocaba la cámara de seguridad del mismo, mientras escuchaba movimiento en la vía, que muy lejos no estaba (en una de esas era el FEPASA con la D-2348 que estaba en Talca). Poco antes de la hora señalada, apareció mi bus y me subí, partiendo cerca de la medianoche hacia el sur. Ya siendo jueves 11 de Febrero, era despertado cerca de Osorno por el asistente del bus, que traía mi desayuno y me preguntaba dónde bajaría en Osorno, a donde llegamos puntualmente a las 06:00. Hice un poco de tiempo y luego tomé un colectivo al departamento, en donde aproveché de desayunar y acostarme a dormir otro rato más.

Nota 20 Sep 2010 19:57

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SEGUNDA PARTE

Aprovechando mi paso por mi natal Osorno, aproveché de ir a ver qué tal estaba la estación, en medio de obras para hacer pasar una calle por debajo de ella. Esperaba poder ver un tren, ya que me habían contado que estaban apareciendo cargueros nuevamente con cierta regularidad por la ciudad, pero no, no había nada. La estación en sí está igual, eso si, con una parte del ala norte que fue demolida, junto con el techo que conectaba el edificio principal con la bodega, además del corte de las 3 vías más cercanas a la estación. Todo esto por las obras de la calle mencionada, que pasará por debajo de la estación (que está a una cierta altura respecto al nivel de la calle) y luego saldrá conectada a un puente sobre un río, para llegar al otro lado (y bueno, al otro lado es donde se supone que llegan los puentes, jejeje). Casi no había nadie en la estación, excepto, si mal no recuerdo, la vieja perra Shakira, casera de la estación y enemiga de las bicicletas.

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Estación vista desde las alturas

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Autocarril en la vía 1

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Vía 4, la que usan los trenes que entran por el norte. Las tres primeras están cortadas.


En la vía 1 estaba un autocarril Billard (entró por el lado sur, porque el norte está cortado, como dije) de EFE, seguramente usado para hacer visitas a la vía que está en mantenimiento, mientras que en el patio estaban los mismos equipos que hace un par de años: un pescante a vapor, una bateadora, una perfiladora y un tren de trabajo de la empresa OHL, compuesto por una Deutz traída de España y 4 vagones de balasto de la misma procedencia. Siempre en el mismo lugar.

Volver a caminar por las calles de Osorno era un alivio por la rapidez de desplazamiento, ya que, como buena ciudad sureña, todo lo tienes cerca. En menos de 10 minutos podía estar en cualquier parte del centro o su periferia, cosa que en Santiago es imposible.


Sábado 13 de Febrero

Desperté temprano en la mañana. Ese día me tocaba el viaje a Bariloche, por lo cual debía estar listo rápido: bolso chequeado, que no faltara nada, un buen desayuno y las provisiones para el viaje: una botella de agua mineral de poco más de dos litros y siete sándwiches de pierna de cerdo (que había alcanzado para almorzar y cenar el día anterior. 7 kilos no se van tan rápido). Me mantenía en comunicación con el par de ferroaficionados que serían mis compañeros de viaje por unos 10 días, para saber en donde estaban, para no perder la sincronía y estar en el lugar preciso para subirme al bus. Nos desplazamos con mi padre hasta las afueras de Osorno, el lugar acordado, para esperar por un rato la pasada del bus. Una media hora después apareció, me despedí de mi padre, guardé las cosas y subí...a la aventura nos íbamos.

Ya arriba, me junté con este par de locos, al final del bus, con notorias caras de sueño. Íbamos en viaje por la ruta internacional 215, que va desde Osorno hasta la frontera con Argentina. Paramos en Entre Lagos, casi a medio camino con el límite, a desayunar. Como yo ya había comido, me tomé un tecito mientras el resto comía pan amasado. Luego de eso, partimos otra vez. Desde la salida de Entre Lagos nos acompaña por un buen rato el Lago Puyehue, en cuya rivera hay varios campings y balnearios. Ahora íbamos hasta las Termas de Puyehue, concretamente en el sector de Aguas Calientes, donde estuvimos casi dos horas. Aprovechamos de recorrer los senderos naturales, mientras nos dedicábamos a puro huevear. Fotos de rigor a la naturaleza y a una cascada y partimos de vuelta. Como el hambre ya se hacía notar, pasamos a unas mesas y desenfundar los contundentes sándwiches que traía como provisión de guerra. Luego, subimos de vuelta a donde estaba el bus para tomar asientos y notamos un letrero, que decía que el uso de esas mesas para 8 personas valía $8.000...ooooso...lo que no sabes no te hace daño.

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Cascada

Ya arriba del bus, volvimos a Entre Lagos a almorzar, donde ya se había despejado el cielo y dejaba ver a la distancia el volcán Osorno, con su forma cónica casi perfecta. Como ya habíamos atacado los sándwiches, aprovechamos de conocer el lago Puyehue, que estaba ahí no más. Tratamos de ver si encontrábamos parte del ramal que llegaba hasta allí durante el trayecto hasta el Puyehue, pero no vimos nada. Poca gente andaba a esa hora por allí. Luego de hueveo y más fotos, partimos de vuelta al bus y, siendo las 15:25, partimos definitivamente a Bariloche, sin escalas.


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Volcán Osorno, desde Entre Lagos.

Llegamos a la aduana Pajaritos a hacer los trámites de salida, que salieron bastante rápido y en una media hora empezábamos el tramo hacia la frontera. Todo rodeado de verdes árboles y con la estampa de la cumbre del volcán Antillanca que aparecía fugazmente entre el verde.

Y llegamos al límite...“Bienvenidos a la República Argentina”, con su hito fronterizo respectivo. Mi cuarta entrada a este país, segunda por ese paso, empezaba con curvas y contracurvas, bajando la cordillera, con un paisaje menos arbóreo pero más montañoso, con grandes macizos que asombraban, destacando la “nariz del diablo” (creo que así la llaman). Llegamos a la aduana argentina (ahí vine a saber que se entra por la provincia de Neuquén y luego se cruza a Río Negro...no era todo Río Negro como pensaba), donde nos revisaron los bolsos y unos 40 minutos después partíamos de nuevo a Bariloche. Pasamos por Villa La Angostura usando calles laterales, debido a que en la principal había una procesión de no-se-qué. Ya se adivinaba el Nahuel Huapi, rodeado de frondosos bosques, que luego cruzaríamos por sobre uno de sus brazos. El día ya estaba completamente despejado mientras avanzábamos en nuestro recorrido. A lo lejos ya se podía ver algo que parecía ser el cerro Catedral, mientras el terreno y especialmente la vegetación empezaban a cambiar radicalmente a un ambiente más desértico, más parecido a la zona central de Chile. Ya se podía ver Bariloche al otro lado del lago, mientras nos acercábamos a una parte bastante plana, donde se podía ver un empalme entre rutas, que conducía hasta Capital Federal, el corazón de Buenos Aires. Ya llegaríamos allá en unos días. Al rato después, ya pasando por Dina Huapi, en los suburbios de Bariloche, aparecen los postes telegráficos que marcan inequívocamente la cercanía de la vía y, era que no, nos pegamos a la ventana, para seguirla y ver si, en una de esas, aparecía algo. Al final entramos al terminal de buses y, como ya no estaban los árboles que iban a lo largo del andén y que tapaban la vista, se podía ver el patio de Bariloche (el terminal y la estación están pegados), en donde se adivinaba un coche furgón FIAT Materfer con el esquema que había sido diseñado para el tren “Arrayanes” de Tren Patagónico (Servicio entre Bariloche y Viedma con menos paradas y que era más caro, además de que llevaba el coche disco. Ya no corre). Llegamos al hotel y dejamos las cosas, para luego ir a cenar e ir hasta la estación a pie, para estirar las piernas.


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La “nariz del diablo”


Mucho no se podía ver a las 11 de la noche, pero ahí estábamos, matando el tiempo. A lo lejos se alcanzaba a ver la silueta del resto del tren que saldría al día siguiente hacia Viedma. Volvimos, luego de esperar la micro que al final no pasó, a pie hasta el hotel, donde nos quedamos conversando con unos tipos en la recepción sobre lo barato que comprar electrónica en Chile y luego nos fuimos a la habitación. Vimos un rato el bizarro canal Crónica TV y luego nos fuimos a dormir. Tocaba un día intenso y había que descansar bien.


Domingo 14 de Febrero

Despertamos temprano en la mañana, al ritmo de la canción de “El Ratón Caramelón”, que sonaba en un celular. Ya en pie, aprovechamos de bajar a desayunar. Desayuno Buffet, ¡la mejor manera de empezar el día!, una buena excusa para comer todo lo que se pueda: Medias lunas, tostadas, frutas, cafés con leche... (en fin, lo suficiente para quedar saciado). Salimos en dirección al Centro Cívico, para aprovechar de que uno de mis compañeros además cambiara un par de pesos en una casa de cambio. El día estaba despejado y los bancos del centro cívico daban pie para quedarse dormido, porque estaban bastante cómodos. Un San Bernardo para las fotos típicas estaba junto a su dueña al otro lado de la plaza (que tenía también un “San Bernardito”), además de un “tren” que recorría las calles (esos con neumáticos y motor de camioncito, típicos para los niños. No sería el único que veríamos en Argentina). Luego volvimos al hotel a buscar las cosas para desalojar y partir rumbo a la estación. Cabe destacar que la micro que tomamos estaba bastante pulcra en su interior (el pasaje costó $3 ($420 chilenos)), sin rayados en los vidrios ni suciedad, como se pueden ver en algunos ejemplares que circulan en Santiago. En unos 10 minutos llegamos a la estación, en donde estaba el mismo panorama de la noche anterior.


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Furgón MATERFER y estación Bariloche de fondo.


Pasamos al terminal a comer algo (era lo más cercano y económico) y elegimos un jamón queso y su respectiva bebida (mucho más no había), luego de lo cual volvimos a la estación, a seguir haciendo tiempo. Estaba la GT-22 Nº 9073 (General Motors) a las puertas del depósito de locomotoras, encendida. Luego de esperar su buen rato, apareció de improviso la GT-22 Nº 9086 (también General Motors), con el esquema que se le impuso hace un año cuando salió “reparada”, después de que se suspendió por dos meses el servicio del Tren Patagónico, debido a una crisis de locomotoras. Se desplazó hacia la estación, tomó el furgón y lo dejó al final del tren. Luego tomó un desvío y desapareció. “Volvió al taller por atrás”, dije, pero grande fue mi sorpresa cuando la vi aparecer por el triángulo, invertida, ya cerca nuestro. ¡Había tomado el triángulo por el otro vértice y no me había dado cuenta! Luego se puso a la cabeza del tren, confirmando que sería la locomotora que iría en segunda posición, ya que la montañosa salida de Bariloche requiere la tracción de dos locomotoras, ya que una sola ya no se puede el tren completo.


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9086 yendo a buscar el Furgón.

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9086 y el tren.



Al rato después, salió la 9073 a maniobrar mientras, por otro lado, los autos subían a los transportadores de automóviles, que serían colocados al frente del tren por la citada locomotora. Eran dos bandejas las que llevaría el tren, una de un piso y la otra de dos, cada una de las cuales estaba en un cargadero distinto, para acelerar la maniobra. La General Motors tomó una por una y se dirigió a la punta del patio para acoplarlas luego al tren. Justo en ese momento aparecen dos amigos argentinos, Guille y Carlos, con los que haríamos este viaje, con los que aproveché de conversar mientras se armaba el trencito. Ya listo esto, era un buen momento para tomar unas cuantas fotos al tren, con Bariloche de fondo, lo que daba un bonito escenario. Nosotros andábamos con los bolsos a la rastra, pero cuando nos dijeron que podíamos dejarlos en el furgón y que cada uno tenía su papelito identificador para retirarlo al bajar (lo que más me preocupaba, al menos a mi), partimos altiro a dejarlos, con lo que nos sacamos un buen peso de encima, literal y figuradamente. Ya eran alrededor de las cuatro de la tarde y, entre conversa y conversa, aprovechamos de tomarnos todos juntos una foto bajo un letrero de madera con letras en metal y con pilares de piedra (que además formaba una banquita) que rezaba “San Carlos de Bariloche”. Al rato de ello, se empezó a mover la 9073, luego de cargar freno al tren y bajo una nube azul de aceite quemado, que hacía tono con el desteñido azul de su carrocería. Quedó el largo tren estacionado y una gran masa de gente aparece para llenar el tren con alrededor de 600 pasajeros. La formación era, a saber:


- GT-22 Nº9073
- 2 Bandejas automovileras
- GT-22 Nº9086
- Cine
- 2 Pullman
- 3 Dormitorio
- Comedor
- 3 Turista
- Usina (Generador)
- Furgón


Maniobrando bandejas

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9073 maniobrando con las bandejas II.

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Tren armado y yendo al andén.

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En la estación.

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Desde la punta del andén.

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Mapa de la provincia (Sigan la línea negra que sale de Bariloche al este. Ésa es la vía férrea).


Todos los coches eran FIAT Materfer (Hechos en Argentina), a excepción del Cine y los tres Pullman, que eran japoneses (Hitachi o Kisha Seizo Kaisha (KSK)) y la Usina, que era Eurofima (español).

Estábamos junto a la 9073 cuando ya siendo la hora de salida (17:00 en punto), pega un pitazo y corro a mi Pullman (PA 568) y subo con el tren en movimiento. Guille y Carlos ya estaban en su coche (un Turista) mientras mis compatriotas andaban en otro lado. Entro por primera vez al salón de un Pullman Hitachi, con sus amplios asientos, que dan la suficiente libertad como para acomodarse y descansar bien. Ya en movimiento, a unos 30 km/h, el Nahuel Huapi aparece al otro lado bañado por los rayos del sol, bajo un espléndido día de verano. Un par de minutos después y mientras ganamos altura, nos alejamos del lago y de Bariloche, para entrar en terreno de subidas y bajadas, curvas y contracurvas, con las dos GM tirando con toda su fuerza el tren. Yo lo que esperaba ver era la llamada “Curva del Huevo”, en donde la vía forma una “Omega” para ganar altura sin una pendiente demasiado fuerte, lo que hace que el tren tome cerradas curvas y se le pueda apreciar serpenteando completamente. Mientras pensaba en eso, el tren da un giro hacia la izquierda bien cerrado y me doy cuenta que ahí estaba la mentada curva, tras cruzar el río Ñirihuau, que llegaba mucho antes de lo que yo había pensado, recién saliendo de Bariloche (yo me la imaginaba tras una media hora o más de viaje, pero no). Luego de la curva a la izquierda, toma el curvón hacia la derecha en subida y con la 9073 humeando como mala de la cabeza (pobres autos del segundo piso de la plataforma de atrás, jejeje). Curvas y más curvas y desde la altura se aprecia la vía que acabamos de pasar, para luego meternos otra vez hacia la montaña y pasar por la estación de Ñirihuau a las 17:25. A esa hora, además, empezaba la película en el coche Cine, la cual era “Avatar”, luego de la cual venían dos cintas más (cuyo nombre no recuerdo).



Saliendo de Bariloche

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El Pullman.

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En la curva del huevo. Tren hacia delante...

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...y hacia atrás.


Seguimos viajando por la zona montañosa, hasta que pasamos por una ligera planicie, en donde se emplaza la estación Perito Moreno, junto a una laguna que da un cuadro muy bonito desde el tren. Cabe destacar que es a esta estación donde llega (o llegaba) el tren turístico a vapor que salía hasta hace no mucho de Bariloche, contando la estación con un triángulo para invertir la vaporera. Seguimos viajando por este terreno montañoso hasta con otra gran planicie antecede nuestra primera detención: Pilcaniyeu. Me bajé del coche para esperar a mis compañeros, que venían en la 9086 y para aprovechar de ver en dónde estaba con más amplitud. La verdad que el término “amplitud” se aplicaba bastante bien al terreno en el que estaba parado, que además era plano y flanqueado por las montañas, que encerraban a este pequeño pueblito de la línea sur. Junto a mi coche también se veían los hilos que permiten manejar las señales de brazo que hay en la punta del patio.


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Pasando Perito Moreno.

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Pilcaniyeu.



Aparecieron desde la 9086 mis amigos y subimos de vuelta al Pullman. Tras cinco minutos de detención, salimos para meternos otra vez entre los cerros, bien acomodados en nuestros azules y cómodos asientos, aprovechando luego de un rato de ir a los coches turista, en el segundo de los cuales iban Guille y Carlos, para así poder conocer la formación e ir a saludarlos y poder tomar fotos por la ventana. Pasamos por el comedor y aprovechamos de elegir qué plato queríamos para la cena de la noche (teníamos el último turno para cenar, alrededor de la medianoche. Los coches turistas estaban llenos de gente, ocupando hasta el pasillo que va junto al baño y el vestíbulo junto a las escaleras. Allí estaban ellos, acomodados en un asiento doble de color café, que disimulaba un poco la tierra que el mismo tren levantaba y que se acumulaba en varias partes. Tras una charla, les aproveché de pedir permiso y tomé un par de fotos desde esa ventana abierta, con el viento en la cara y con un trenazo adelante mío, que se metía en unas buenas curvas que daban la oportunidad de tomar buenas fotos. En ese rato llegamos a Comallo, en donde hubo bastante movimiento de gente (de hecho, estuvimos detenidos 12 minutos). Más charla entre medio y luego salimos de aquellos coches del “TierraSur” para volver a nuestro Pullman.


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Comallo.

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Paisaje montañoso.

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El tren desde un turista.

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El tren completo.

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Clemente Onelli.


Varias vistas en video.

En todo viaje que implique ir en un medio de transporte público, el 99% de las veces te van a tocar niños cerca que, de alguna u otra manera, se van a hacer notar. Digo esto porque en ese rato, desde el asiento de delante de mis compañeros, aparecía por arriba del respaldo, cual sol de los Teletubbies, un niño que saludaba repetitivamente con un “¡Hola!”, al cual le seguimos el jueguito por un rato. Ya con sol bajando, se me ocurrió abrir la puerta de un Pullman para poder sacar la mano y tomar fotos o filmar el tren, pero la robustez misma del coche me lo impidió, cosa que el dormitorio no tenía, por lo que fui hasta allá con uno de mis compañeros y aprovechamos de tomar fotos y videos por un buen rato, hasta que nos detuvimos en Clemente Onelli (20:20), que fue cuando volvimos a los asientos. El sol seguía su viaje para ocultarse “por el otro lado” (por la cordillera de Los Andes), mientras nosotros lo hacíamos hacia la noche y futuro alba cerca del mar. Ya a eso de las 21:00 aparecieron la multitud de vagones abandonados de La Trochita (ramal de trocha 0,75 m que va hasta la localidad de Esquel, a 440 km), con su respectivo empalme sobre la vía principal, con lo cual nuestro camino se convierte en bitrocha hasta llegar a Ingeniero Jacobacci, a unos 15 km de distancia, cabecera de este pintoresco ramal y parada importante en el recorrido. Preguntamos cuánto tiempo estaríamos detenidos, a lo que nos respondieron “entre 40 y 50 minutos”, lo que nos dio pie para bajar y tomar fotos como malos de la cabeza, además de que ya nos habíamos enterado de que iba a bajar un auto, lo que nos daba la seguridad de que la estancia sería larga...

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Tren en Jacobacci

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La 9086 espera, mientras la 9073 maniobra.

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Para terminar el capítulo, dejo varios videos de compañeros de viaje:











Nota 20 Sep 2010 20:08

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TERCERA PARTE


Ingeniero Jacobacci es uno de esos pueblos innegablemente ferroviarios, por el tamaño de sus instalaciones y su condición de cabecera de ramal, es cual es explotado en su extremo sur por la provincia de Chubut, pero con miras por parte de la provincia de Río Negro de hacer lo mismo (de hecho, hace un par de días se hizo un viaje de prueba que, si bien no se pudo completar, sienta precedente). A la entrada oeste del patio, están los talleres, donde alcancé a divisar un automotor ex-RENFE, de la serie 597, más conocido como “TER” (Tren Español Rápido), con un esquema de colores original de la península, a saber, rojo, negro y amarillo, que lleva fuera de servicio varios años. Evidentemente, como casi todo lo ligado al ferrocarril argentino, hubo tiempos mejores, con más trenes, en esta pequeña localidad patagónica. Estos mejores tiempos coinciden mayormente con la época de la administración estatal de los ferrocarriles, aunque acá se presenta un declive más fuerte en estos últimos años. Hasta hace sólo dos años atrás, Jacobacci era cabecera de un servicio local que salía a Bariloche tres veces por semana, además de ser detención del servicio Viedma – Bariloche – Viedma, que se prestaba dos veces por semana (y por sentido), sumando además la circulación semanal en temporada alta del tren “El Arrayanes”, que era el tren de mayor jerarquía de la línea sur, al detenerse sólo en Jacobacci y San Antonio Oeste, además de que para pasajeros sólo estaban disponibles acomodaciones en Pullman y Dormitorio, sumando el coche Disco al resto del tren (Cine, Comedor, Furgón y Usina). Hoy, como ya se adivina, sólo se recibe un tren semanal a Bariloche la mañana de los sábados y su inverso a Viedma la noche de los domingos.

Habiendo bajado del coche, nos dirigimos todos a la punta del tren, para empezar con el ritual de las fotos, aprovechando cada momento que teníamos disponible en esta larga detención. Nos llegamos a juntar siete “fotógrafos” delante de la 9073, que aguardaba que soltaran el gancho que unía las bandejas, para poder llevarse a la puntera y así bajar el auto. Un rato después, la maniobra ya estaba hecha y empezamos una sucesión de fotos nocturnas, con el fin de retratar el tren de la mejor manera posible (en mi caso, una foto peor que la otra...todo por enfocar mal. Gajes del oficio). Otro par de fotos mientras caminábamos hacia el alero de la estación, aprovechando de ver su pizarrita indicando las frecuencias del servicio y la impecable campana, usada para dar aviso de la partida del tren. Volvimos al coche y nos dedicamos a esperar la hora de partida, que al final fue a eso de las 22:20, unos minutos después de las campanadas y tras poco más de una hora de detención.


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9073.

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Coche Pullman.

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Andén de Jacobacci.

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9073, ya de vuelta al frente del tren.



Ya surcábamos entre las penumbras, sólo acompañados por el sonido del tren y lo poco que se podía ver si se pegaba a la ventana, que resultaban ser un par de piedras a la vera de la vía. Pasaba el tiempo y llegábamos a la estación de Maquinchao, a las 23:20. Aquí estuvimos detenidos por varios minutos, saliendo nuevamente hacia el mar a las 23:44, coincidiendo con la hora de nuestro turno para cenar. Era la mesa 11 del Coche Comedor, tercer y último turno para comer. Entramos al coche y tenía un ambiente muy grato, dado además por el impecable estado de conservación del coche. Se nos entregó el menú, con variadas opciones para la entrada y el postre (el plato de fondo se eligió al momento de la reserva, que la hice antes de llegar a Pilcaniyeu), con un precio bastante conveniente. Me llamó la atención uno de los postres, que era un flan bañado, que me trajo a la mente el que probé tras la cena en Bariloche la noche anterior y que había estado realmente delicioso. Llegaba la entrada y, debido a lo avanzado de la jornada, ya no quedaban de todos los platillos disponibles, por lo que elegí, si mal no recuerdo, algo con ensalada. Al rato se acerca el plato de fondo, que era un delicioso bife con puré, que era de los últimos que quedaban (de hechos, reservamos los dos últimos). De más está decir que estaba delicioso. En el intertanto, aparecen Guille y Carlos, que tenían la reserva en la mesa 10, en diagonal nuestro, por lo que aprovechamos de conversar un rato a la distancia. Y ahora, tocaba el postre: pedí el flan y apenas lo vi le dije a uno de mis amigos que lo había pedido “Mira, es el mismo de anoche”, lo probé y si, lo era...delicioso. Bajábamos la velocidad y entrábamos a la estación Aguada de Guerra, a las 00:19 del ya Lunes 15 de febrero, en donde estuvimos cosa de dos minutos. Un rato después, pagamos nuestra cuenta, nos despedimos de nuestros colegas “de la 10” y partimos de vuelta al coche: Había que dormir lo mejor posible, para poder bajarse en la mañana a tomar fotos en San Antonio Oeste (también llamada SAO, para “hacerla corta”). El coche ya estaba a oscuras, con el ambiente idóneo para dormir, por lo que puse el despertador de mi celular a las 06:15 AM, hora a la que intuía que apareceríamos por SAO y lo coloqué en el bolsillo del pantalón, alojado debajo de mi pierna, para que el movimiento del mismo me despertara a mi y no al resto del coche (además, con el puro sonido quizás ni me daba por enterado). Alcancé a anotar la detención en Los Menucos, con llegada a las 00:55 y salida a las 01:08, tras la cual corté la actividad ferroaficionada y me dormí.


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Coche Comedor.


06:15 AM. Siento el celular y despierto. Me incorporo sobre mi asiento y veo casas cerca: estábamos entrando a la detención más importante del viaje, San Antonio Oeste. Desperté a mis compañeros y nos preparamos para cuando el tren se detuviera, cosa que ocurriría en cinco minutos. SAO está muy cerca del balneario de Las Grutas, famoso en la Patagonia, lo que atrae a buena parte de los viajeros de nuestro tren, que abordan buses y taxis que los llevan a los balnearios y que los esperan a las afueras de la estación. El tren se detuvo y nos bajamos inmediatamente, para ir a la 9073 a tomar fotos del tren completo, como correspondía.

Aún no amanecía, pero el cielo ya estaba clareando, mientras tomábamos las primeras fotos y el andén se mostraba lleno de gente que se dirigía a los buses de la empresa “Las Grutas”, para dirigirse a sus destinos finales. Nosotros, por mientras, seguíamos las maniobras de desenganche, en que la 9073 se llevaba y dejaba en el patio las dos bandejas, para luego retirarse al taller de locomotoras, al otro lado del patio. Con eso, le tocó el turno de trabajar a la 9086, que se encargó de tomar la bandeja de dos pisos y proceder a su descarga en un desvío lateral al andén principal, al este de la estación. Entre todos, nos dedicamos a tomar varias fotos de las maniobras, que se vieron retrasadas por un problema para habilitar la rampa para bajar los autos del segundo nivel, a la par que ya amanecía en esta ciudad de la patagonia junto al mar. Para no desentonar, en el cielo se veía un “mar” de nubes al encuentro del sol, que daba una apariencia de mantel rojizo al alba.


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Diversas tomas del tren recién llegado.

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Taller de Locomotoras de San Antonio Oeste.

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Amanecer.

Mientras seguía tranquila la 9086 a la espera, aparece nuevamente la 9073, mirando con la trompa corta hacia el este, lo que nos indica que no se invirtió, ya que el recinto de la estación es punta de riel, lo que implica cambiar de punta a la locomotora (En síntesis, iríamos con la trompa larga mirando a Viedma). Entre las locomotoras estaba la segunda bandeja, que sería descargada en Viedma y que tenía como invitado especial a una betonera, alojada en la punta de ésta. Ya a las 7 de la mañana, nos volvíamos todos a nuestros coches, previa pasada por el vestíbulo del cine, ya que un afiche de Ferrocarriles Argentinos estaba en muy buen estado allí, promocionando servicios de lujo, habitué del coche cine, que ahora viven en la memoria emotiva del ferroaficionado albiceleste, tras su desaparición hace ya por lo menos 17 años. A pesar de todo, una versión algo decadente de uno de esos trenes sobrevive hasta hoy: El Marplatense, de Plaza Constitución (Buenos Aires) a Mar del Plata, la más famosa ciudad-balneario del país, apodada “La Feliz”. Ya de vuelta en el Pullman, nos quedamos descansando un rato, hasta que apareció por el lado la locomotora ALCo RSD-16 Nº 8238, a paso tranquilo desde el taller hasta donde estaba la 9086. Me levanté y bajé trotando a fotografiarla. Es una de las cuatro locomotoras de Tren Patagónico que se mantiene operativa, junto a las dos GT-22 con las que veníamos viajando, además de una ALCo RSD-35, de alrededor de 1350 hp (la RSD 16 tiene 1600 y las GT-22, 2300 hp, aproximadamente). En fin, la 8238, notoriamente más alta que la GT, tomó a la 9086 y la maniobró junto a la bandeja de dos pisos, para acoplarla a la de un piso, a la cual ya estaba acoplada a la 9073, para así llevarlas al otro lado del tren. Luego de aquella maniobra, la 8238 se llevó a la “petisa” 9086 de vuelta al taller, ya que ahora seguiríamos con la 9073 sola. ¿Por qué sacaron la 8238, si la 9086 estaba bien? Llego a creer que salió especialmente porque estábamos ahí, como una atención al turista. Para la foto.


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Las dos GT’s mirando al este.

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San Antonio Oeste.

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La ALCo 8238.

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Las tres locomotoras.

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El afiche del Cine.


Ocho de la mañana con cuatro minutos...nos ponemos en marcha nuevamente hacia Viedma, recorriendo el mismo camino por el cual entramos, a una velocidad de alrededor de 30 km/h, yendo paralelo a una ruta. Unos minutos después empieza a tomar la curva del kilométrico triángulo que nos pondrá nuevamente en dirección a Viedma, luego de una vuelta de 180º.



Saliendo de San Antonio Oeste.

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La cuuuurva.


Ya nuevamente en la recta por la planicie, nos fuimos a desayunar al comedor, en el que no había mucha gente, con un ambiente tranquilo, yendo a paso lento mientras nos alejábamos de SAO. Nos tomamos un café con leche (aunque uno eligió un té), con medialunas y tostadas acompañadas de mantequilla o dulce de leche. Al rato aparecieron Guille y Carlos, para unírsenos al desayuno, mientras seguíamos avanzando. Cruzamos un terraplén apuntalado con palos, lo que me dio la sensación de que ese era un sector inundable, ya que además a lo lejos se veía una pequeña poza y más hacia el horizonte, con esfuerzo, se podía divisar lo que parecía ser el Atlántico, que veía por primera vez. A eso de las 09:22, pasamos por una estación abandonada y con casas rodeadas de escombros a su alrededor, lo que era un páramo sin vida, que se notaba que hace años no recibía a nadie más que al tren que pasaba de largo cada vez. Este lugar parecía que se llamaba General Lorenzo Vinter. El paisaje se mantenía igual: pampa (con alguna elevación de terreno por ahí), sin mucha vida, con algún animalito por ahí dando vueltas y algún camino que de vez en cuando cruzaba la vía. Luego del desayuno y de ir mirando un rato, volvimos al Pullman, ahora un poco más vacío y nos quedamos dormidos en los grandes asientos, durante ese pausado caminar a nuestro destino.


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Comedor, en la mañana.


Despertamos a eso de las 11:20, con un niño medio chillón que contaba los postes telegráficos y que luego no ocultó su “felicidad” cuando le dijeron que ya estábamos llegando a destino. Efectivamente, estábamos entrando a Viedma: ya pasábamos frente a algunas casas, por un sector no muy densamente poblado, además de que los pasajeros de nuestro coche ya preparaban sus cosas para bajar. Nosotros hicimos lo mismo y cuando el reloj marcaba las 11:44, el tren se detuvo en su destino final: Viedma.

Esta ciudad, fue casi la nueva capital federal del país durante los años 80, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, que pretendía mover el poder político hacia la patagonia. Está separada de la ciudad de Carmen de Patagones sólo por el Río Negro, que además es la frontera natural entre la provincia homónima y la de Buenos Aires. Apenas bajamos, fuimos hacia la locomotora para tomar las fotos de rigor del tren completo y además bajar los bolsos del Furgón, pero la 9073 se nos adelantó y separó rápidamente las bandejas del resto del tren para proceder a su descarga. Bajamos los bolsos del furgón y tomamos unas fotos, mientras veíamos las maniobras. En los patios estaban dos coches Ex – RENFE, de clase Primera Especial (compartimentados) en aparente buen estado, además de un Pullman sin ventanas ni, al parecer, interior, a lo lejos de la estación, además de algún otro material. Las bandejas eran maniobradas y pude ver que una de ellas era desenganchada de la locomotora y se iba por impulso, sola, hasta el tope de descarga. Al rato después, volvimos a la estación, a ver si podíamos conseguir un itinerario del tren, para tener como referencia, pero no conseguimos nada. Una pasada al baño y partimos de la estación hacia el terminal de buses.


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Viedma.

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9073 en las maniobras.

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El tren.


Empezamos a caminar por una calle amplia, recta y plana (que novedad...), pasando por al lado de un barrio nuevo, con casas de forma algo atípica a lo que se ve normalmente en Chile, con una copa de agua en el techo de cada una. Caminamos, mientras a nuestra espalda se iba alejando el Pullman abandonado y de vez en cuando pasaban a nuestro lado autos (íbamos por la calle, no por la vereda, porque no había), hablando animadamente sobre buses como “El Mal”. Después de un buen rato, llegamos a la pequeña terminal, donde había un par de personas y un perro durmiendo en el piso, como en toda estación de ferrocarriles o terminal de buses. Tal parece que a los perros les agradan los transportes. Entramos y justo conseguimos los tres últimos pasajes a Bahía Blanca para esa tarde, luego de buscar un rato: dos en Salón Cama y uno en Semi-Cama (que usé yo) en la empresa El Pingüino. Ya con los boletos en mano y luego de llamar a Chile, partimos todos a recorrer la ciudad rionegrina.

Emprendimos el paseo a pié, a través de una ciudad casi sin gente en la calle, demasiado raro para ser un Lunes a las dos de la tarde y en pleno centro: Era la hora de la siesta...y como siesta había que respetarla. Hallamos un lugar abierto para almorzar y pasamos todos a comernos una milanesa con papas fritas y su correspondiente bebida, con lo que quedamos bien saciados para seguir recorriendo. Seguimos nuestro recorrido hasta que llegamos al borde del Río Negro, con Carmen de Patagones como estampa de fondo, en la otra orilla. Estaba en el muelle un catamarán estacionado, mientras trabajaba una retroexcavadora en la orilla del río. Nosotros estábamos esperando el botecito que por $2 nos llevaba al otro lado, cosa que ocurrió tras unos pocos minutos de espera, a bordo del “Ceferino Namuncurá”. Llegamos al otro lado y nuestro objetivo estaba ya trazado: llegar a la estación, cosa que hicimos tras una buena caminata por esta localidad del límite sur de la provincia de Buenos Aires. Allí estaba, sin nada sobre sus vías, con su imagen de la Virgen de Luján impoluta en sus paredes y con un papel tras un vidrio que indicaba la suspensión temporal del servicio que la conectaba una vez a la semana con Bahía Blanca y Buenos Aires, debido a tormentas de arena. El último tren llegó el 16 de Enero, un mes antes de nuestra llegada, tras correr todas las semanas desde su reinauguración en 2003 por parte de Ferrobaires. Esta última está trabajando, con fecha fines de Marzo de 2010, en reponer el servicio. Frente a la fachada de la estación, estaba una vaporera inglesa de factoría Beyer-Peacock, que fue la primera que llegó a la ciudad, apodada “La Maragata”. Maragato es el gentilicio de pobladores de la provincia de León, en España, de donde vienen los primeros habitantes de Carmen de Patagones (Maragato viene del latín mauricatus, que significa “hecho moro” o “morohablante”).


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Carmen de Patagones.

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Catamarán.

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El “Ceferino Namuncurá”, por dentro.

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El mismo, en el lado de Patagones.

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Una callecita.

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Estación Carmen de Patagones.

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Andén de la estación.

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“Nuestra Señora de Luján”.

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Fachada de la estación. FGR significa “Ferrocarril General Roca”.

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La Maragata.

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La Maragata y la Estación.


Ya se acercaba la hora de la salida de los buses a Bahía Blanca (salíamos en buses distintos, ya que Carlos y Guille los tenían comprados de antes), por lo que teníamos que volver. Tomamos una micro luego de un buen rato de espera y cruzamos a Viedma por el puente ferrocarretero (al medio tiene una vía), aún en uso por las locomotoras de Tren Patagónico cuando van a invertir al triángulo.


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El puente Ferrocarretero.


Ya de vuelta en Viedma, bajamos a unas cuantas cuadras del terminal, que alcanzamos tras una no muy larga caminata. Sacamos los bolsos de la custodia y aproveché de pasar a navegar un poco en internet. Nuestros compañeros tomaron su bus a Bahía Blanca a eso de las 7 de la tarde, mientras a nosotros nos quedaba una hora de espera. Lo bueno es que ya teníamos a que hotel llegar en Bahía Blanca, además del cómo llegar, con lo cual no tendríamos problemas, aún cuando llegaríamos a altas horas de la noche. 20 horas indicaban nuestros relojes y ya estábamos esperando nuestro bus a Bahía Blanca, que no aparecía. En la boletería, cuando compramos los pasajes, nos habían dicho que confirmáramos en la tarde que bus daría el servicio, ya que como era un conglomerado de empresas, había varias opciones, aunque al final no nos dijeron cual era, aunque en el boleto mencionaba a “El Pingüino”, si mal no recuerdo, además de que sería anunciado a Retiro (Buenos Aires). De repente, apareció un Andesmar, con horario 20:05, cuyo letrero (escrito con, al parecer, plumón) decía que iba a Clorinda (nada que ver con el cloro: así se llama una localidad fronteriza con el oeste de Paraguay, en la provincia de Formosa) y que pasaba por Retiro, pero no...no era nuestro bus. Al final, como con 20 minutos de atraso, apareció “El Pingüino” (no, no era Néstor K, era el bus), dejamos las cosas en los maleteros y “pa ‘rriba”. Yo me fui al asiento en el segundo piso y mis amigos se fueron a sus asientos en cama, abajo. Me tocó sentado junto a una mujer con su hijo, que no metió mucho barullo, seguramente porque a esa hora estaban dando “Avatar”, ya casi finalizando. Partimos al fin de Viedma y pasamos primero a Patagones, para luego entrar a la ruta que nos pondría en camino a Bahía Blanca.

¿Qué les puedo decir del paisaje de ese tramo? Plano, plano, plano, con arena y...ah!, se me olvidaba, plano. Para amenizar el viaje, colocaron otra película, que trataba de la defensa por parte de un grupo de colonos que vivía en una isla supuestamente centroamericana a finales del siglo XV de su fuerte, que era amenazado por espectros de la isla. Ya a eso de las 11 de la noche, se divisa a lo lejos un halo de luz en forma de cúpula que iluminaba la noche. Era obvio que una ciudad grande se erguía al fondo: “Bahía Blanca”, pensé. Pero pasaba el rato y la íbamos dejando de lado, no explicándome la situación, hasta que tomamos una bifurcación hacia el sudeste, con destino hacia las luces, lo que me confirmó que era Bahía Blanca, a la que llegamos pasado la media noche, a un gran terminal que se notaba que era nuevo, destacando el color blanco en su interior y su gran iluminación. Durante el viaje cruzamos la vía férrea unas 8 veces, especialmente a la entrada de Bahía Blanca, dado el nudo ferroviario que es esta ciudad, con vía al noreste, al noroeste, al sur y al oeste. Tomamos un taxi y salimos del terminal, pasando al lado del viejo, que era una estación de ferrocarriles. Cruzamos la vía doble que llega a la estación Bahía Blanca Sud y enfilamos hacia el centro de la ciudad, a la calle O’Higgins, a donde llegamos al hotel Muñiz, que tenía una impecable y hermosa recepción, en donde ya estaban avisados de nuestra llegada. Subimos un par de pisos y entramos a nuestra habitación, al lado de la cual estaban Carlos y Guille, a quienes pasé a avisar de nuestra llegada y coordinar el horario de salida del hotel para alcanzar a ver la entrada del tren procedente de Buenos Aires. Volví a la habitación y, tras un rato de ver TV y organizar cosas para el día siguiente, me dormí, ya que nos teníamos que levantar a las 7:30 de la mañana, para salir a las 9 hacia la estación.

Nota 20 Sep 2010 20:20

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JODEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEERRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR cuantas veces habre hecho el tren este entre la estacion Viedma y San Carlos de Bariloche y tambien lo hice en la epoca de F.A. año 1989 con el tren denominado "Lagos del Sur" desde Plaza Constitucion Hasta Ingeniero Jacobacci y de esta estacion a Esquel en la "trochita" de solamanete 75cm de ancho, la verdad una maravilla de viaje lastima que en la actualidad es imposible de hacer todo este trayecto. Muchas Gracias por las Fotos
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CUARTO CAPÍTULO


Ya amanecía...debe haber sonado el celular para avisarnos, pero nada, seguimos durmiendo. Teníamos que estarnos yendo todos juntos a la estación a las 9 de la mañana, ya desayunados, pero faltaban 20 minutos y recién estábamos levantándonos. Guille y Carlos ya estaban listos, pero se fueron sin nosotros para no retrasarse. Nosotros nos vestimos y tratamos de apurarnos para llegar a la estación antes de que llegara el tren, a las 09:40. Bajamos a desayunar y nos tocó buffet, tal como en Bariloche, por lo que igual nos tomamos nuestro tiempo como para quedar bien satisfechos: Café con leche, tostadas, medias lunas, jugo, etc. Un cierto rato después, dejamos los bolsos en la custodia del hotel y enfilamos definitivamente por las calles del centro bahiense en dirección a la estación. Había harto movimiento por sus calles, dado que era un día laboral (Martes 16) y que era una de las calles principales, con bancos, locales y variado movimiento vehicular. A medida de que nos íbamos acercando a la estación, nos alejábamos del centro más comercial que habíamos estado recorriendo y, a la vez, había menos gente. Al fondo se veía un muro y se escuchaba el “silbido” de una GT-22, además de que se le veía el techo mientras pasaba en sus maniobras. Al fin, llegamos a los amplios de Bahía Blanca Sud (el apelativo “Sud” viene por haber sido construida por el FerroCarril Sud hace más de un siglo), a eso de las 10:15 de la mañana, donde vimos a la GT-22 Nº 9068 maniobrando con buena parte del tren con el que había llegado de Buenos Aires un rato antes.


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9068 maniobrando al tren

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9064, a la rastra.


Empezamos a caminar hacia la estación mientras seguían los movimientos, destacando la 9064, separada de la 9068 por dos carros bodega. La “64” estaba días antes operando en los servicios de Ferrobaires en la “Línea Sarmiento”, hacia el oeste bonaerense. ¿Qué hacía entonces tan al sur? Había sido trasladada a los talleres de locomotoras de la localidad de Coronel Maldonado, a las afueras de Bahía Blanca. Llegamos al hangar de la estación y nos encontramos con nuestros compañeros de viaje, junto a Lisandro, un aficionado local. Mientras conversábamos, la 9068 dejaba los coches que en la noche saldrían de vuelta a Buenos Aires en la tercera vía de la estación, a la vez de que nos enterábamos de que estaba viniendo por sus propios medios, procedente de Buenos Aires, hacia la estación la ALSTHOM Ex – CP (Caminhos de Ferro Portugueses, o Ferrocarriles de Portugal, en español) Nº 1934, conocida como “Fanta” o “Naranja Mecánica” por los aficionados, dado que su esquema de pintura está dominado casi totalmente por el color naranjo.



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La estación.

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El tren, maniobrando.



Luego de unas palabras, nos enteramos también de que se estaban por llevar a la 9064 a los talleres para su intervención. Se gestionó que pudiéramos ir y nos subimos, algunos a la 64 y otros a la 68, partiendo a eso de las 11 de la mañana. Todo dentro de la 64 estaba cubierto con aceite, mostrando que hace tiempo que no veía el agua o el jabón. Pasamos por diversas partes del nudo ferroviario bahiense, lo suficientemente intrincado como para necesitar un mapita como para posicionarse dentro de la maraña. Pasamos por las afueras de los talleres de FerroExpreso Pampeano, concesionaria de cargas que mueve trenes hacia los puertos cercanos.

Tras un rato de viaje, llegamos a los talleres de Maldonado, conocido en el ambiente ferroaficionado como “Maldonator”, por su condición de “cementerio”, con varios coches en distintos estados de abandono en su entrada. A medidas que nos acercábamos a la nave principal del taller, se apreciaban varias locomotoras detenidas, un par de coches en reparación y, la sorpresa de la jornada, la 9087 con su cabina pintada de nuevo y con su motor al aire, también impoluto por la pintura, en la zona del banco de pruebas. Nos bajamos de la 9064 e iniciamos la recorrida por el taller, donde vimos primero a la 1931, hermana de la 1934, que ya no funciona, junto a la General Electric U13C Nº 6006. También estaban un par de ejemplares de locomotoras diesel Baldwin, una de ellas la 7044, apodada “Batimóvil I”. Mientras veíamos, una pequeña locomotora de maniobras marca Cockerill (Belga) que se encargaba de maniobrar a la 9064 hacia su vía asignado dentro del taller. Hacia los fondos del taller, se encontraban varias GT-22 detenidas, algunas desde hace varios años y otros de no hace tanto, en distintos estados de depredación. Un rato después, nos fuimos del predio para tomar una micro de vuelta a Bahía Blanca. Nótese que justo cuando nos fuimos, encendieron la 9087 para hacerle la prueba de carga. En cuanto a la 9068, se quedaría allí, para volver a Bahía Blanca Sud cuando se acercara la hora de partir a Buenos Aires, si es que volvía a ser ella la titular del tren.

Esperamos una micro que nos llevaría de vuelta a las cercanías de la estación, para la cual había que tener unas tarjetas de cartón que hacían las veces de pasaje, cada una de las cuales tenía cierto valor monetario, por lo que podía ser usada hasta que se acabara el saldo. Unos minutos y ya estábamos en camino sobre calles de tierra de vuelta a “La ciudad de entrada a la Patagonia”.

Llegamos a las cercanías de la estación Bahía Blanca Sud, junto a un cruce a nivel, en donde había un YPF, al cual pasamos para hacer escala técnica y almorzar algo, ya que lo más probable es que la próxima comida contundente fuera recién a bordo del tren Nº1352, con destino a la estación Plaza Constitución, Buenos Aires. Comimos nada demasiado grande en todo caso: en mi caso, fue una hamburguesa con queso, una bebida y unas papas fritas, mientras por la tele daban algo de noticias y había un periódico en la mesa, mientras conversábamos de buses (“El Mal”) y de trenes, mientras aprovechábamos de hacer hora antes de volver a la estación para esperar a la Fanta, que debía llegar a eso de las 2 de la tarde. Nos quedamos por ahí, sentados en un banquito de la estación, esperando a que apareciera...pasaba el rato y se escuchaba bocinazos como de GT a lo lejos, pero ni idea donde. Lisandro se fue a hablar por teléfono y yo a comprar una bebida, lo que me permitió ver la fachada de la estación, restaurada durante 2009, quedando de muy buen aspecto. Al final, pasaditas las 4 de la tarde, se escucha la bocina aguda típica de locomotora europea y se dejó ver al fin la Alsthom, la que entró a la cuarta vía de Bahía Blanca Sud, acribillada a fotos y videos por todos lados, incluyendo la foto grupal delante de la locomotora, que es la verdad una rareza en Sudamérica.


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El tren, estacionado.

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Otra toma del tren. En primer plano, un coche turista y la estación.

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Alsthom Nº 1934, llegando a Bahía Blanca.

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Ya estacionada.

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Placa del fabricante.

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La estación, por fuera.


Video de la 1934 entrando a Bahía Blanca.


Una vez terminado todo el tema con las fotos, partimos de vuelta al hotel para buscar los bolsos, ya que en unas cuantas horas salía nuestro tren. Aprovechamos de pasar a tomar algo en un restaurant céntrico y aprovechar de conversar de distintos temas. Ya después de las 6 de la tarde, llegamos de vuelta a la estación, en donde se vio a la 9068, ya de vuelta de Maldonado y a la cabeza del tren en la vía 3, mirando hacia Buenos Aires, por “vía La Madrid” (como Bahía Blanca es un nudo ferroviario, por los dos lados llegan vías que la conectan directamente con Buenos Aires. La segunda vía es la “vía Pringles”, que se junta con la “La Madrid” en la localidad de Olavarría, más o menos a mitad de camino entre Bahía y la capital. Carlos, Guille y Lisandro se quedaron con los bolsos y el resto aprovechamos de ir a tomar fotos del tren ya armado desde diversos puntos. Destacaban en la 9068 sus luces de posición que, en vez de ampolletas, tenían LED. Luego, volvimos nosotros a cuidar los bolsos y así el resto iba a tomar fotos.

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9068, ya acoplada al tren.

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Cabina de movilización.

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Tren, visto desde la cabina.


A las 18:50, a menos de una hora la salida, la locomotora empieza a meter bulla e inicia el retroceso de la formación para meterla en la primera vía, bajo la descuidada nave de la estación. Me voy a la punta del andén y tomo un par de fotos del tren haciendo su entrada, para luego subir al coche. El tren estaba compuesto por la locomotora, un vagón bodega y una bandeja (usados para transporte interno de piezas para la empresa, más conocido por su sigla TOP: Transporte de Órganos de Parque), un Turista (CT) sin servicio, un Primera (P), CT, CT, P, P, Comedor (RA), Pullman (PA), PA. El nuestro era el Primera que estaba junto al comedor, el cual era el P-1179, fabricado por FIAT Materfer en la década del ’60. Subimos al coche con todas las maletas y las dejamos en las parrillas portaequipajes que estaban sobre nuestras cabezas. El estado del coche no era muy bueno, pero era “pasable”. Mi asiento estaba junto a la ventana y en buena posición, lo que me dejaba contento, ya que con eso podía levantarla “a piacere” y sin necesidad de arquearme o moverme mucho para sacar la cabeza. Lisandro, que no viajaba, se quedó charlando con Guille y Carlos, mientras mis otros dos compañeros conversaban y yo observaba lo que pasaba y esperaba a que fuera la hora de partir.


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Retrocediendo.

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Entrando a la vía 1. ¿Queda claro dónde estamos?



Ya estábamos sobre la hora y me pareció escuchar una campanada en el largo andén, que daba la partida al tren. Un par de minutos después volvió a sonar y nos empezamos a mover a la hora exacta de partida: 19:40. Nos despedimos de Lisandro mientras tomábamos velocidad, aún antes de salir del andén y mientras nos acercábamos a la seguidilla de pasos a nivel que venían por un ratito. Ya estábamos en camino hacia Buenos Aires, vía La Madrid, a alrededor de 680 km de distancia, en mi primer viaje largo en un tren de Ferrobaires. Por supuesto, ya tenía la cabeza fuera de la ventanilla, asegurándome de que fuera así por largo rato.

Íbamos a ritmo pausado, tomando amplias y abiertas curvas para salir de Bahía Blanca, cruzando un arroyo y varios barrios de apariencia tranquila. Ya saliendo de Bahía, íbamos junto a una calle, con gente trotando y un par de autos pasando, además de gente a lo lejos a quienes aprovechaba de saludar y que, en su mayoría, devolvían el saludo al paso del tren. Ya luego de eso, vendría la pampa.


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Saliendo.

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Últimos recodos de Bahía.

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Mapa de la Provincia de Buenos Aires. La línea negra es la vía. Sigan la línea "Bahía Blanca - Tornquist - Pigüé - General La Madrid - Olavarría - Azul - Las Flores - Cañuelas - Monte Grande - Buenos Aires

Que puedo decir del paisaje que vería en las próximas horas: pampa infinita. Eso lo resume todo.


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Pampa infinita.

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Anochece.

Íbamos a tranco firme, pero un poco lento, a unos, digamos, 35 km/h. El sector era de vía doble, pero se usaba sólo una para transitar, quedando la otra para desvíos de cruce para los trenes de FEPSA, concesionaria a cargo de la vía “La Madrid”. Carlos me decía que, pasando la estación de “La Vitícola”, aceleraríamos. Y dicho y hecho: tras pasar esa estación rodeada de la nada, a las 20:33, empezamos a levantar más velocidad de a poquito. Un rato después, pasaron tomando los turnos para la cena en el coche Comedor, entregándonos la reservación en una servilleta. Decidimos que Guille y Carlos fueran primero y que, cuando ellos volvieran, iríamos nosotros, para que así pudiéramos cuidar los bolsos mientras los otros cenaban. Los turnos que teníamos eran el de las 21:30 y el de las 22:30, si mal no recuerdo, entonces quedaba tiempo suficiente tiempo para comer bien. Seguíamos viaje e hicimos una pequeña detención de menos de un minuto en la estación Tres Picos, a las 21:12. En ese rato, mientras yo miraba para afuera, el resto veía fotos de Carlos, uniéndome luego a ellos. Un rato después, se cortó la luz del coche, cuando afuera ya estaba oscuro. Seguramente se había dado por algún problema en el comedor, que era el que nos proveía energía a nosotros (Los Pullman tenían sus propios motores). Estuvimos unos buenos minutos a oscuras, que también afectó luego a otros coches (no recuerdo bien si al comedor se le cortó también). En ese momento, vi una de las escenas que más me quedó grabada del viaje: Nos movíamos a unos 100 km/h, a oscuras, con el traqueteo rápido y galopante del tren, con una única luz que eran los focos de la locomotora, el olor a petróleo quemado que despedía, su potente sonido transportado hacia mí por el viento que me daba en la cara y, lo mejor de todo, un cielo tapizado de estrellas, que dejaba ver la Vía Láctea. Era la primera vez que la podía apreciar de una manera que me hiciera reconocerla inmediatamente. Durante este último tiempo, mientras recordaba la escena, me acordé de la existencia de un servicio en la época estatal de los ferrocarriles llamado “Estrella del Valle”, que hacía parte de su recorrido por esa zona. Si bien no era un valle en sí, me parece que esa luz en medio de la nada que me quedó de la escena que conté es la esencia de ese desaparecido tren.

Ya después volvió la luz y partió el primer turno de comidas, por los que nos quedamos yo y mis compatriotas a cargo de los bolsos y charlando un rato (aunque la mayoría del tiempo lo pasaba mirando para afuera, o, mejor dicho, sintiendo el tren mientras viajaba (porque mucho no se veía). En esos momentos, hicimos una detención en la localidad de Tornquist (21:32), que duró dos minutos. Luego pasamos sin detenernos por Dufaur e hicimos otra corta detención en Saavedra (22:10) y en Pigüé (22:34).



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Saavedra.

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Pigüé.


Ya era la hora de nuestro turno de cena y Guille y Carlos no aparecían. Pasaban los minutos y yo estaba con la vista siempre atenta a la puerta que daba al comedor, ya que me estaba empezando a preocupar por el atraso (además de que quería comer). Al final, llegaron alrededor de las 22:45, debido a que, por el corte de luz, no sirvieron cena hasta que todos los coches tuvieran normalizado el suministro. Nos levantamos a comer los que quedábamos y cruzamos al comedor. A través del pasillo que nos conducía hacia las mesas, el coche se veía relativamente bien, cosa que cambió al llegar. El coche estaba a media luz, sin cortinas y algo descuidado. Más que nada, la imagen chocaba porque el comedor del Tren Patagónico era del mismo fabricante y tipo, pero que estaba mucho mejor cuidado y daba una imagen completamente distinta. Eso si, hay algo que funcionaba muy bien: La cumbia villera. Un buen subwoofer hacia que el sonido rodeara el coche. Fondeados en las mesas de atrás, habían unas ocho personas tomándose unas Quilmes (supongo), rodeados por una nube de cigarrillo. Ellos y nosotros éramos los únicos comensales del coche. Pedimos la cena y unas bebidas, mientras pasábamos por la estación Arroyo Corto (22:54) sin detenernos. Llegaron las 7up, además de una Quilmes y al rato la cena, que de entrada tenía ensalada, de plato de fondo tenía, si mal no recuerdo, pollo, para finalizar con el postre, que eran duraznos en cubitos, servidos en un vaso de café (de esos de máquinas), junto a una cuchara. Era, ciertamente, un comedor bizarro. No, se asemejaba más a un bar de barrio, mientras el del Tren Patagónico sí era un Restaurante. En fin, Ferrobaires.




Video del comedor de Ferrobaires, filmado por Leo, uno de mis compañeros de viaje.


Pagamos la comida y volvimos a nuestros asientos, ya siendo buena hora para dormir, aunque yo seguía con la ventana arriba y mirando lo que pasara. A las 23:40 hicimos una detención en Coronel Suárez (23:40) y que duró tres minutos. Luego de eso, cerré la libreta e intenté dormir, ya que los demás estaban haciendo lo mismo.
Desperté un par de veces durante la noche, incluyendo la detención en la ciudad de Olavarría, a la mitad de camino y cerca de las 3 de la madrugada del ya Miércoles 17 de Febrero, la cual es la intermedia más importante del viaje, siendo además la frontera entre la vía de FEPSA y la de FerroSur Roca (FR), por las que transitaríamos hasta la mañana que venía. Ya después de “Olava” empezaba el festival de cruces con los cargueros, que habíamos extrañado de FEPSA. Creo que durante la noche cruzamos con tres trenes. Desperté en algún momento de la mañana despejada en una pampa con algo más de vida, como árboles y algún río.


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Río.

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Andando en la mañana.


Íbamos bien de hora, hasta que de repente nos detenemos entre los arbustos. Se escucha a la 9068 hacer la bocina un rato después y repetidas ocasiones. Luego nos enteramos de que un carguero de FR se había quedado tirado por falla de la locomotora (GT-22 Nº 9048) justo a la entrada de la estación Monte, a un par de kilómetros de ahí, por lo cual nuestra locomotora tuvo que ir a auxiliarlo para despejar la vía. Lo divertido de todo esto es que unas semanas antes del viaje, por un error de FR, un tren de Ferrobaires que iba a Bahía con la locomotora 9069 chocó por detrás a unos carros de cargas estacionados en un patio, afortunadamente sin mucho daño. Debido a esto, a modo de compensación pareciera, por problema de una locomotora de Ferrobaires unos días después, FR les puso una locomotora para que el tren pudiera llegar a la estación Plaza Constitución, en Buenos Aires. Lo divertido de todo eso es que la locomotora que FR prestó era, justamente, la 9048. Con todas estas maniobras, acumulamos algo más de una hora de atraso. Pasamos por la estación de Monte, junto al tren de tolvas y a la muerta 9048, a las 09:08, cuando la hora original de pasada era la 07:55. Seguíamos corriendo, pasando por la estación de La Noria a las 09:33. Por varios patios por los que pasábamos había vagones de FR a la espera, pero ninguna locomotora como para tirarle una foto.



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Entrando a Monte. Se aprecian las tolvas del tren que tuvo que mover la 9068.

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Pasando La Noria.

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Vagones de FR.


Entre Monte y La Noria.


Al fin, llegamos a nuestra última detención: Cañuelas, una de las bases de FerroSur Roca, a las 10:12, siendo la hora original de llegada a las 08:47. Previamente, tuvimos que parar a la entrada de los patios, a la altura del empalme con el ramal a Empalme Lobos, probablemente porque el andén estaba ocupado por un tren de Línea General Roca (LGR) con destino a Ezeiza, del cual iríamos detrás, debido a que habíamos perdido la ruta por el atraso. Junto a la estación estaba una locomotora “Brian” 8121, de FR. Estas locomotoras fueron un emprendimiento de la empresa misma, al transformar locomotoras General Electric U18C en, prácticamente, una GM, ya que porta carrocería de EMD GP35 y motor GM, pero manteniendo los boguies y, según tengo entendido, la parte eléctrica de su versión primal. El apodo “Brian” viene por el apellido del ingeniero que diseñó la reforma.



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Una “Brian” en Cañuelas.


La estación de Cañuelas estaba en muy buen estado, restaurada y puesta en valor poco tiempo atrás por LGR, que lleva este proceso en varias partes de su red.



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Cañuelas.


A las 10:16, emprendimos viaje en la última parte de nuestro recorrido, nuestros últimos 64 km. En esta parte del recorrido, teníamos que ir no tan fuerte porque íbamos detrás del tren local que mencioné antes, que hacía paradas en todas las estaciones y paraderos hasta Ezeiza, por lo que no podíamos recuperar atraso y, en vez de eso, sumábamos un poco más. En el camino, nos cruzamos también con otros servicios iguales entre Ezeiza y Cañuelas, comandados por locomotoras GR-12 y, generalmente, tres coches de pasajeros. Tras dejar atrás la estación Vicente Casares, se abre hacia la izquierda la planta cementera Loma Negra, cuya producción es movida por FR, en cuyos largos patios un igualmente largo tren encabezado por la 9011.



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Extraña mezcla de señal de aspa con señal luminosa.

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Verde entorno.

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Desvío hacia Loma Negra.

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9011.

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El tren de la 9011, en la planta de Loma Negra.

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Unión Ferroviaria, último paradero antes de Ezeiza.

Nos aproximamos a la estación de Ezeiza, marcado por el inicio de la señalización luminosa japonesa en reemplazo de las aspas, además de aparecer a lo lejos los primeros pórticos de la catenaria de 25 kVa, que nos acompañaría en el resto del camino. Cabe destacar que, tanto la electrificación como los trenes son japoneses (Incluso, los postes de la catenaria son antisísmicos). Entramos a la estación, a 32 km de Plaza Constitución, a las 11:07, teniendo en una de sus vías a la G-22 Nº A701, que era la locomotora titular del tren que teníamos delante de nosotros, ya en posición para salir de vuelta a Cañuelas. Empezamos ya nuestra andadura por territorio de los ágiles automotores Toshiba de los ‘80s, pasando por varias estaciones y por los talleres de automotores de Llavallol, junto a la estación homónima, destacando en su exterior una fila de automotores Sorefame (portugueses) de la década de los ’50, que el estado argentino compró hace un par de años y de los cuales circula sólo un par.



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Catenaria.

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Ezeiza. Se aprecia la A711 de LGR.


Pasábamos por la estación de Turdera y eso significaba que se venía la grande y cerrada curva que nos dejaría en la estación de Temperley, en la última parte del viaje.


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Curva de Turdera.


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Entrando a Temperley.


Ésta estación es un empalme de aquellos, ya que recibe a las líneas que vienen de Bahía Blanca y otros destinos (por donde veníamos nosotros), Mar del Plata, La Plata y Haedo (en la vía que va al oeste argentino), transformando a este empalme en un verdadero árbol de ramales, dándole verdadero significado al concepto troncal-ramal. Cruzábamos los patios de la estación y tomábamos la vía 2 hacia “Plaza” (las vías 1 y 2 no están aún electrificadas, mientras que las 3 y 4 si lo están) en este trayecto de vía cuádruple, pasando Temperley sin detenernos (11:29). Dada esta multitud de vías, los cruzamientos con eléctricos estaban a la orden del día, llegando a tener cruces triples, incluyendo rebases. Estábamos todos haciendo ping-pong entre las ventanas del coche: lado izquierdo, lado derecho, izquierdo, derecho, para así tratar de agarrar todo tren con el que cruzáramos.


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Ramal a Haedo (de doble vía).

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Coches de piso alto y puertas automáticas.

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Andenes de Temperley.



Pasamos por los patios de Kilómetro 5, de FerroSur (en donde estaban las últimas locomotoras 319 y automotores 593 traídos de España, llevando ya varios meses allí) y los de Kilómetro 4, de Ferrobaires, pasando por debajo del ramal que conecta “Km 5” con la vía a La Plata, por Avellaneda y con el patio de cargas Solá, usado por FR. Tras pasarlo, tomamos otra cerrada curva que nos juntaba con el ramal a La Plata, vía Avellaneda (la estación a la que estábamos por entrar), también conocido como “Vía Quilmes”, porque atraviesa el municipio cervecero, a diferencia del ramal vía Temperley. Y ya estábamos comiendo los últimos kilómetros, no quedaba nada. Pasamos por sobre el maloliente “riachuelo”, por el patio de cargas Solá, ubicado de forma perpendicular a nuestra vía, que ya iba en altura respecto al resto de la ciudad y por la estación Hipólito Yrigoyen, la última. Otra curva y se empezaba a apreciar la maraña de vía de la estación más grande de Argentina, cabecera de una multitud de ramales al sur, de viajes a muchos lados, de muchas experiencias, que mantiene recuerdos de muchísimos más trenes, destinos y aventuras que, quizás si la fortuna acompaña, vuelvan en algún futuro. Entrábamos al andén 14, cabecera clásica de los trenes de larga distancia, mientras en las otras vías había bastante movimiento de trenes locales, algo atenuado por ser media mañana. 11:51, nos deteníamos en el mítico andén, con una hora y media de retraso.



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Material español en Km. 5.

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Curva hacia Avellaneda.

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Cruce con un Toshiba.

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Hipólito Yrigoyen y un Toshiba.

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Patio de Solá. Si, por ahí hay rieles.

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Se empieza a ver Plaza Constitución.

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Entrando.

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GT-22 NºA905 de LGR.

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Andén 14.

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Cabina de movilización.


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GR12 NºA625.


Entre Temperley y Plaza Constitución.

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Horario


Bajamos y nos fuimos en dirección al hall. Nos despedimos de Guille y Carlos, que nos pasaron nuestros pasajes que nos habían conseguido para el viaje que haríamos yo y mis compañeros a Mar del Plata el viernes. Quedamos en juntarnos en la tarde en Haedo para ver la pasada del tren de Ferrobaires hacia Bragado, hacia el oeste. Luego de eso, nos separamos y nosotros nos fuimos a buscar alojamiento en Buenos Aires, pero eso y más quedarán para la Quinta Parte.

Nota 20 Sep 2010 20:28

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QUINTA PARTE


“Me verás volver...a la ciudad de la furia”, reza la canción de Soda Stereo, que ilustraba lo que se daba en ese momento. Nos dirigimos hacia el centro de la capital, tomando la línea C, con sus trenes de afelpados asientos. Nos bajamos y salimos al infernal calor de un día de verano en Buenos Aires, con mucha gente recorriendo las céntricas calles, buscando lugar para el almuerzo. Empezamos a buscar entre los diversos hostels cercanos y, o estaban llenos o era un poco caros. Pasamos incluso por el lugar en donde me había quedado en el verano pasado y estaba lleno. Tras un buen rato de estar recorriendo, ya el calor me estaba empezando a poner de mal humor, queriendo ya encontrar un lugar para poder dejar las cosas. Al final, encontramos una que nos salía alrededor de $70 por noche, a la que accedimos. Subimos, dejamos las cosas y al fin pudimos descansar un rato. Un rato después, salimos a los, fácil, 35º de calor para comprar el almuerzo. Fuimos a un supermercado Carrefour cercano y compramos pan (del que había una sola variedad, no como en Chile), jamón y queso, además de un par de bebidas para pasar el calor. Volvimos a comer sus sándwiches de jamón y queso, descansar un rato y revisar las fotos y videos que habíamos registrado en el viaje con Ferrobaires. Un par de horas después, ya era hora de ir a la estación de Haedo, en donde nos juntaríamos con Carlos y Guillermo, para ver otro tren de Ferrobaires: el “Bragado”, con destino hacia la ciudad homónima y otras más, dado que ahí el tren se divide, como a Los Toldos y Pehuajó, por un lado, o Lincoln, por el otro.

Tomamos nuevamente el subte y, tras algunas combinaciones, llegamos a la estación Once, del Ferrocarril Sarmiento, que va hacia el oeste del país, administrado por TBA (Trenes de Buenos Aires). La estación es la de aspecto interior más “moderno” de las que hay en la ciudad. Llegamos cerca de las 6 de la tarde y no vimos nada en el andén en que se suele poner el tren de Ferrobaires, así que preguntamos a que hora salía, confirmando que aún faltaba y que todavía no estaba colocado en el andén, ya que habíamos pensado que lo habíamos perdido. Al final, compramos tres pasajes y tomamos un automotor Toshiba hacia Haedo. Cuando subíamos, estaba ya maniobrando una GT-22 con los graffiteados coches que harían servicio hacia el “oeste”. Nuestro tren iba lleno, pero no reventado, afortunadamente. Tras una media hora de viaje, llegamos a nuestro destino. Haedo es una estación con mucha actividad de pasajeros y, en menor medida, de trenes de carga. La estación tiene 4 vías de paso de trenes (dos usadas para trenes rápidos y las otras dos para los que hacen detención en Haedo), además de recibir un ramal proveniente desde Temperley (doble vía), del Ferrocarril Roca y otro desde Caseros, del Ferrocarril San Martín, ambos conectados a través de una vía que atraviesa las 4 del Sarmiento. Además, tiene talleres y unos patios de carga bien extensos. Caminábamos hacia el final del andén y nos encontramos con un par de aficionados, uno de los cuales ya conocía. Luego, aparecieron nuestros compañeros de viaje, que llegaron puntualmente a la estación, justo cuando entraba a ella el tren de Ferrobaires, comandado por la 9085, con un furgón y 4 coches de pasajeros. Estuvo un rato corto y partió hacia el atardecer bonaerense, con una acelerada muy rápida y que largó un sonido medio feo, lo que mostraba que la locomotora no estaba en buenas condiciones.



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Camello 593 entrando a Haedo.

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Toshiba de 9 coches.

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Tren de Ferrobaires a Bragado.



Saliendo hacia el oeste.


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Tren de LGR llegando a Haedo desde Temperley. Está tomada desde el mismo lugar que la foto del tren de Ferrobaires, sólo que giré la cámara hacia la derecha.

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G-12 de LGR, maniobrando para volver a Temperley.

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Tren de dos pisos de TBA.



Luego de aquello, seguimos mirando el espectáculo que ofrecía Haedo, con sus Toshibas yendo y viniendo en sus diversas formas (originales, con el frente reformado, con el frente reformado curvo y el de dos pisos), además de un par de camellos 593, conocidos en su versión reformada en Chile y cada cierto rato un tren de LGR que venía desde Temperley con G-12 o GR-12, de la casa General Motors. Aprovechamos de pasar a tomar algo y a conversar, además de planear algo para hacer el día siguiente, Jueves 18, acordando ir a darse una vuelta en los automotores MAN ex – FEVE, más conocidos como “Apolo”, de los que disponía la Línea Belgrano Sur (LBS). Ya era tarde y nos quedábamos esperando a que un tren de trabajo saliera trabajar en una de las vías de la cuádruple del Sarmiento, la cual estaba en renovación. Al final, luego de hacerse esperar, el tren pasó por la estación, formado por un par de conocidas de los aficionados chilenos, las Brissoneau et Lotz (una en cada punta), con tolvas con balasto. Como a esa hora ya no había subte, nos acercaron hasta la estación Caseros (si mal no recuerdo) del Ferrocarril San Martín, administrado por LSM. Al poco de llegar, salía un tren hacia Retiro remolcado por una ALCo RSD-16, que se hacía notar por su característico sonido. Esperamos unos minutos mientras había gente trabajando en el andén de la estación, hasta que apareció una GT-22 con un tren de 6 coches hacia Retiro, el cual abordamos. Eran alrededor de las 23:20 hrs.



Tren de trabajo con las Brissoneau.


Llegamos bien a Retiro San Martín, la eterna estación provisoria, (tenía que construirse algo de la magnitud de sus hermanas, pero nunca se hizo), para luego tomar una micro hacia el centro de la ciudad, para luego empezar a buscar la calle de nuestro hostel, la que encontramos luego de unos 10 minutos de caminar. Luego de eso, a dormir.


JUEVES 18

Nos levantamos temprano y fuimos a comprar algo para desayunar, justo a tiempo para tomar la micro que nos dejaría en la estación Buenos Aires, cabecera de los trenes de LBS. Pasamos por el costado de la estación Plaza Constitución que aún mantiene el logo de Ferrocarriles Argentinos bien grande y bien puesto. Llegamos al final del recorrido y entramos a la estación que, comparada con sus hermanas, es bastante chica. Allí estaban Carlos y Guille, a la espera del automotor español, que venía algo atrasado (su hora de salida era 10:30). En ese rato, hacía su salida un tren desde la estación, llevado por una G-22. Al rato, apareció a lo lejos el automotor, pero nos dimos cuenta de que no era un “Apolo”, sino el Materfer, el cual era un engendro fabricado a partir de dos coches remolcados y con un frente que emulaba el de los Toshiba del Ferrocarril Roca. No eran muy buenos los comentarios que le hacían nuestros compañeros al coso ese: en fin, nos tocó eso y nos subimos a “esta poronga de coche motor”. Nos subimos al segundo coche, viendo que por dentro es prácticamente vacío, ya que tiene asientos de plástico duro pegados al muro y que dan las espaldas a las ventanas, además de una corrida pequeña de asientos justo al medio del coche que lleva el motor, justamente para disimular la tremenda caja que lo alojaba. Nos sentamos justamente en esa pequeña fila de asientos y partimos, un poco a los tirones, hacia Tapiales, la estación más importante de la línea.

A la salida cruzamos con un tren que entraba a la estación (10:41), comandado por una G-22 y que esperaba que nosotros saliéramos de la zona de cambios para poder entrar a Buenos Aires.


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Cruce a la salida de la estación Buenos Aires.


El viaje fue tranquilo, pudiendo cruzar con varios trenes y un par de tranvías que pasaban cerca de la vía, parte de un servicio llamado “Premetro”. Llegamos a Tapiales y, a lo lejos, vimos cerca del depósito a los dos “Apolo” descansando y al aurirrojo capot largo de la G-22 Nº 7775, locomotora a préstamo del Belgrano Cargas para LBS, en el piso, seguramente porque le estaban viendo alguna pieza a la locomotora, que no vimos. Es una estación bastante grande, que antes tuvo una gran actividad de carga que provenía de la red métrica del sur y suroeste bonaerense. Bajamos del automotor y fuimos a ver los horarios de retorno, ya que la idea era poder ir a alcanzar al tren de Ferrocentral que venía de Córdoba hacia Retiro (Ferrocarril Mitre), además de ver el tren vacío de “El Rosarino” de TBA (Rosario – Retiro) volviendo a depósito. Teníamos el próximo tren en 20 minutos, pero justo apareció un tren, supongo que atrasado, con destino a Buenos Aires, remolcado por una pequeña General Electric U11B (como las D-5100 de Chile, pero más poderosas), así que sacamos pasaje rápidamente, corrimos para cruzar la vía (que había que subir unas escaleras, cruzar un paso superior y bajarlas luego por el otro andén) y nos subimos al tren en movimiento. Viajamos un par de minutos y ya estábamos en Villa Madero, en donde nos bajamos y nos fuimos para tomar una micro que nos dejaría cerca de la estación Migueletes, del Ferrocarril Mitre, también administrado por TBA. Esperamos unos minutos y llegó la micro en Villa Madero, para la cual estuvimos como 5 minutos tratando de pagar el pasaje en el cobrador automático.

Llegamos a Migueletes pasadito el mediodía y nos parapetamos en la punta del andén, al lado del paso a nivel y cerca de la cabina de movilización, que aún moviliza trenes con telégrafo y señales de brazo movidas por hilos. Empezaron a pasar varios Toshibas, similares a los del Sarmiento, sólo que más cortos. Se escuchaba las campanaditas desde la cabina, de los que me explicaron que tres campanadas eran un tren local hacia “afuera”, cuatro era para un tren local hacia Retiro, cinco para un tren no-local (especial, tren vacío, larga distancia, carguero, etc...) hacia fuera y seis para un no-local hacia Retiro, todo esto precedido de dos campanaditas de aviso, así que sabíamos que si sonaba harto es que venía algo interesante. Campanaditas iban y venían y apareció a las 12:30 la 651, una ALCo ex – RENFE, de la serie 313, con tren de dos coches Pullman marca Hitachi, volviendo a depósito a guardarse para salir de nuevo en la tarde hacia Rosario. Al rato, se nos apareció un guardia de la estación diciendo que al boletero le había molestado que estuviéramos tomando fotos y videos, a lo que le respondimos que ya nos íbamos. Nos quedamos otro rato y se escucharon varias campanaditas desde la cabina, parece que ocho, lo que nos ponía en alerta de que podía venir el Ferrocentral. Y dicho y hecho, a los pocos segundos apareció la GT-22 Nº 9093 con su algo atrasado tren (pasó a las 13:00 y tenía que llegar a Retiro a las 12:30...y le faltaban 16 km. todavía), que pasó con furgón electrógeno, dos Pullman, Dormitorio, Comedor, dos Primera, tres Turista, furgón de equipaje y otro comedor al final del tren como traslado, totalizando 12 coches. Nos despedimos de Guille y Carlos, quedando en juntarnos en la tarde y nos fuimos al otro andén para tomar el tren de vuelta y de nuevo el guardia se nos acercó y nos dijo que nos fuéramos, ya que el boletero iba a llamar a la policía, porque había que pedir autorización para tomar fotos y bla, bla, bla. Anteriormente nos había dicho que estaban con miedo de que fuera la prensa fotografiando las falencias de TBA, pero al fin de todo no lo pescamos y seguimos nuestro camino. Apareció el primer Toshiba y nos fuimos hacia Retiro. Justo me tocó un asiento y con la ventana buena como para levantarla, así que me fui buena parte del viaje mirando hacia afuera.


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Toshiba en Migueletes.

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Señal de brazo en Migueletes.

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Mirando hacia Retiro.



Rosarino a depósito.



Otra toma del mismo, hecha por el usuario "Metrotren".



Ferrocentral procedente de Córdoba.


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Entrando a Retiro.


Llegamos a Retiro y nos fuimos al hostel a almorzar otra vez, comiendo algo similar a lo del almuerzo del día anterior, si mal no recuerdo. Ya a partir del día anterior y gracias a un chip de la operadora “Personal” que me compré, estábamos en contacto con Guille para futuras juntas, otra de las cuales sería esa misma tarde, aprovechando el movimiento de trenes de larga distancia. Partimos a Retiro San Martín y tomamos el tren hasta la estación Santos Lugares, al lado del Patio Alianza de ALL, lugar donde esperaríamos todos juntos el tren a Junín, apodado “El Martita”, que pasó bien de hora por la estación, a eso de las 18:40, a cargo de la GT-22 Nº9063, llevando 6 coches.




"El Martita" hacia Junín.



Rápido de LSM hacia Retiro.


Luego de eso, pasó un rápido de LSM a Retiro con ALCo RSD-16 y un tren normal (“parando en todas”) hacia “afuera” (hacia la estación Pilar), para luego partir de ahí, ya que había que alcanzar el tren a Rosario de TBA, el mismo que habíamos visto unas horas antes irse a depósito. Pasadito las 7 de la tarde, apareció aquel tren con la 651 y dos coches Pullman con destino a “la cuna de la bandera”, demorando poco más de 6 horas en hacer los 315 km. entre las dos ciudades. Lo esperamos en las cercanías de la estación San Andrés, si mal no recuerdo. Luego de eso, partimos hacia Villa Ballester, en la misma línea, para aprovechar de ver alguno de los servicios que corren entre esa estación y Zárate, fuera de la zona electrificada (la electrificación del Mitre y del Sarmiento es con tercer riel, mientras que en el Roca es con catenaria a 25 kV), usando mayoritariamente locomotoras ALCo y coches FIAT Materfer.




"El Rosarino" hacia Rosario.



Otra toma hecha por el usuario "Metrotren".



Justamente, en la tercera vía de la estación estaba el tren con destino a Zárate (también conocido como el "Pata de perro") esperando partida, la que se produjo unos minutos después, mientras todos lo esperábamos para filmarlo o fotografiarlo. Luego de eso, fuimos al paso a nivel en el lado este (hacia Retiro) de la estación, en donde íbamos a esperar el Ferrocentral procedente de Tucumán (a 1.167 km. de Retiro), tras un viaje de alrededor de 26 horas. De repente, se bajan las barreras y dan vía libre en la estación, por lo que sería un tren que no se detendría el que estaba por pasar, viéndose asomar en el horizonte el foco de la locomotora, ya que venía subiendo la cuesta y haciéndose notar con la bocina clásica de las locomotoras de esa empresa, haciendo su paso lentamente por Villa Ballester, a minutos de las 8 de la noche, acumulando cerca de una hora de atraso. El tren vino con la GT-22 Nº 9021, furgón electrógeno, furgón para el personal (daba la impresión), dos Pullman, Dormitorio, Comedor (No el típico FIAT Materfer, sino que Werkspoor, hecho en Holanda), tres Primera, cinco Turista y furgón de equipaje, haciendo un total de 15 coches.


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Parte de la estación Villa Ballester.



El "Pata..." con destino a Zárate.



Ferrocentral procedente de Tucumán. Nótese el RA Werkspoor.



Terminando esto, partimos un rato al supermercado y a la casa de Guille a comer algo, para luego ir a una parrillada a la vera de la vía del Ferrocarril Urquiza, cuyo servicio de pasajeros es operado por Metrovías. El citado ferrocarril es de trocha media (1.435 mm.) y electrificado con tercer riel. Así, mientras esperábamos la comida, pasaban Toshibas entre las estaciones Federico Lacroze y General Lemos.

Al final de una buena comida, nos despedimos de nuestros colegas argentinos y tomamos el tren a Federico Lacroze en la estación El Libertador, a 9 minutos de la estación terminal mencionada. Cabe destacar el estado de los automotores Toshiba, que se mantienen impecables y en un estado casi original, no como sus homólogos que operan en TBA. Llegamos a Lacroze, compré unas revistas en un kiosko y partimos de nuevo en micro al centro, para así volver al hostel e irnos a dormir, que al día siguiente nos tocaría otra jornada de paseos y otro viaje en un tren de larga distancia, esta vez a Mar del Plata, lo que quedará para el siguiente capítulo.

Nota 20 Sep 2010 20:39

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SEXTA PARTE

Viernes 19 de Febrero

Empezaba nuestro tercer día por Buenos Aires y decidimos salir temprano en la mañana para ver que podíamos encontrar en las vías del Ferrocarril Roca. Tomamos un tren eléctrico en Plaza Constitución hacia el sur, a ver que podíamos cazar. A esa hora ya habían pasado dos trenes grandes de Ferrobaires (el Nº 305 a Mar del Plata y el Nº1352 proveniente de Bahía Blanca), los que habrían sido una buena caza. Yendo en el veloz “Toshiba” pasamos por Kilómetro 4 y vimos el tren “El Marplatense” acoplado a la English Electric Nº 1405, que saldría en la tarde en servicio. Un par de minutos después, rebasamos un tren de carga de Ferrosur Roca que iba saliendo del patio de Kilómetro 5, formado por una GT y unos cuantos vagones “bodega” cerrados. Nos bajamos en la estación de Lanús y lo esperamos.


Pasó la formación y al final partimos a Remedios de Escalada, que ofrecía mejores condiciones para tomar fotos, con más espacio y menos posibilidades de que los guardias molesten. En la zona, están los talleres homónimos, usados por LGR, Ferrobaires y una de las sedes del Ferroclub Argentino, con distinto material preservado. En ese rato, nos quedamos mirando desde la pasarela las distintas entradas y salidas de Toshibas por la estación, con alta frecuencia. Además, estaba maniobrando una G-22, concretamente la A-703. Miramos hacia el taller y se apreciaba una G-12 que está asignada a maniobras dentro del taller para LGR, además de varias locomotoras 319 ex – RENFE, que estaban siendo trasladadas desde Kilómetro 5 a los talleres, estando hasta hoy sin novedad. Divisamos otro buen lugar para filmar y tomar fotos, fuera del cuadro de la estación, por lo que bajamos de la pasarela, con tanta mala suerte de que apenas llegamos abajo pasó un carguero de Ferrosur Roca hacia Kilómetro 5 con tolvas mineras. Llegamos al sector divisado y nos quedamos un rato viendo locales, además de una G-12 de LGR que pasó corriendo hacia el norte. Después de un rato, volvimos a Plaza Constitución y al centro de Buenos Aires.


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Un poquito de una 319 vista a lo lejos.

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A703 moviéndose por el patio de Remedios de Escalada.

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Dos tomas de Toshibas por la estación.

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Entrada de los talleres. Se aprecian un par de 319’s.


FerroSur Roca y LGR.



Yo pasé a un local con computadores para poder descargar las fotos de la cámara y grabarlas en un DVD, para así liberar espacio, mientras mis compañeros fueron a almorzar. Quedamos en juntarnos a las 16:00 en el hostel, para luego irnos a Plaza Constitución otra vez, porque nos tocaba viajar otra vez. Poco antes de la hora convenida estaba ya esperando en el hostel, con mi almuerzo en mis manos, que era un paquete de galletas y una bebida. Estaba sentado en la sala de la recepción, porque afuera hacía frío y se avecinaba una lluvia. Pasadito las 4, llegaron y partimos corriendo al subte, porque ya empezaba a llover. Llegamos a Plaza Constitución y nos fijamos que ya se había desatado una tormenta eléctrica con una lluvia bien fuerte (enterándome después que habían caído 88 mm. de agua en 1 hora y media). ¿A dónde viajábamos? A Mar del Plata, balneario por excelencia, famoso en Argentina y en el resto del mundo. No viajábamos en un tren cualquiera: Lo hacíamos a lo grande, en “El Marplatense”.


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Lluvia torrencial en Buenos Aires.


Este tren estaba formado por coches Budd, de factoría norteamericana, que datan de 1949. Encargados originalmente por la Cheassapeake & Ohio en los Estados Unidos, fueron vendidos al poco tiempo de salir a rodar, comprando Argentina 12 coches. Era el tren insignia del Ferrocarril Roca (y lo sigue siendo hasta hoy, a pesar de su decadencia), haciendo los 400 km que separaban Buenos Aires del balneario en 4 horas y media (Bajo el slogan “En Mar del Plata en 4 horas y un ratito”). Hoy demora casi 5 horas y media en hacer el trayecto, encargado habitualmente a las English Electric llegadas hace un par de años a Argentina, compradas usadas a los ferrocarril portugueses (Comboios de Portugal – CP).

Bajo la lluviosa tarde, estaba ya estacionada en el andén 14 la formación de 5 coches de acero inoxidable del Marplatense, mientras se encontraba en el 12 el tren al balneario de Pinamar, que salía a las 16:50. El acceso al mojado andén 14 estaba cerrado, sino habría ido a tomar fotos. Un poco pasado de la hora, hizo su salida el tren Nº 307 de Ferrobaires con destino a Pinamar, al cual sólo le vi el último coche, que, si mal no recuerdo, era un Primera Clase MATERFER. Poco después de esto, hizo su entrada con poco más de media hora de atraso el tren Nº 306 procedente de Mar del Plata, a cargo de la GT-22 Nº 9076. Esta locomotora llevaba el tren la primera vez que viajé con Ferrobaires, en el verano del 2009. Luego de eso, entramos a la sala de espera de la empresa. Una habitación amplia, de cemento y con asientos de madera pintados de azul fuerte, con sus muros pintados de ese mismo azul y blanco. Al rato después, llegó un pasajero preguntando por el tren a Pinamar, dándosele el aviso de que ya había partido, a lo que luego se puso a reclamar que no había podido llegar por las lluvias, que tenía a las calles bonaerenses bien inundadas. Al rato, llegó una pareja de jóvenes preguntando por el mismo tren, recibiendo la misma respuesta, lo que hizo que el hombre tirara su casco (seguramente venían en moto) al piso con violencia, mientras la muchacha se sentaba en el piso pegada a la muralla, con lágrimas en los ojos y sacando su celular para, seguramente, avisar que habían quedado abajo. Todo esto a 3 metros de nosotros. Después nos enteramos que el subte había quedado suspendido por la fuerte lluvia, por lo que un acierto haberlo antes.


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A la izquierda, la cola de “El Marplatense”. Al centro, la 9076. A la derecha, la A630 de LGR.


A eso de las 18:15, a poco de partir, nos dan el paso para subir al tren, a ese tren, al que yo quería viajar desde antes de hacer mi primer viaje a Buenos Aires, del que me había quedado con las ganas de viajar cuando lo vi estacionado un viernes de febrero de 2009, un año atrás. Subimos y caminamos por su alfombrado pasillo y vimos esos grandes asientos, buscando cada uno su número. Nos tocó el PL 2927. Los coches son espaciosos, con grandes y cómodos asientos. Poseen además una sala de estar y dos grandes baños, uno para mujeres (con tocador) y otro para hombres (que tenía un asiento de felpa adentro. ¿Para qué? Ni idea). Comercialmente, estos gringos son conocidos como la clase “SuperPullman” y están identificados por la sigla PL, que significa Pullman Lounge. El tren estaba formado por 4 PL (de los cuales se vendían 3, yendo el otro reservado) y un comedor.

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Coches de “El Marplatense”. Fotos de 2009.

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Interior del PL.

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Sala de estar del PL.


Me tocó un asiento pegado a la ventana, junto a una señora que se parecía a Mirta Legrand, pero que se oía muy buena persona y con la que estuve conversando un rato sobre las vacaciones de cada uno.

Ya eran pasadas las 18:25 - hora de salida - y no partíamos. A nuestro lado, aparecían coches MATERFER de Ferrobaires. “El Bahía”, decía yo. Me fui al vestíbulo del coche, recordando que las puertas se podían abrir “por mitades”: la ventana de arriba o la puerta completa (al estilo de Tom y Jerry, cuando cierran la parte de arriba para pegar un golpe en la cabeza, sin cerrar la de abajo). La abrí y cuando me asomé me vio un funcionario y me increpó para que la cerrase. Acaté y me volví a mi asiento. Escuchaba a lo lejos un sonido de aceleración ronco y pensé que se trataba de una locomotora de LGR (una GR-12, para ser más precisos) que salía con algún tren. También veía a alguien de Ferrobaires que revisaba uno de los manómetros a bordo del coche, supongo que para ver la presión del aire (estos coches funcionan a aire comprimido, a diferencia del vacío de la gran mayoría de los otros coches de trocha ancha en Argentina). Alrededor de 35 minutos después de su hora de partida por itinerario, hicimos salida de Plaza Constitución, viendo que el tren que estaba al lado era bien cortito, por tanto era otro que iba a la localidad de Daireaux, saliéndose de la principal en Cañuelas. Aprovechando que algunos pares de asientos no se ocuparon, me fui a uno que estaba solo.

Buenos Aires seguía siendo un diluvio con tormenta eléctrica, viendo como estaban las calles llenas de agua y el cielo completamente ennegrecido por las nubes. El andar de los coches es espectacular, porque escuchabas el traqueteo, pero no lo sentías en el coche, porque no saltaba: verdaderamente una cuna. Íbamos rápido (Yo decía “como corre la English!”) y los asientos invitaban al sueño (de hecho, ya uno de mis compañeros había “muerto” en su asiento), pero me quedé despierto viendo una película de Travolta como motoquero, que no era muy buena, pero servía para salvar el rato. Luego de verla, partí al comedor, distinguido por un grabado en su puerta de entrada (accionada por aire comprimido) que decía “Tavern” (Taberna). Estaban todas las mesas llenas, pero me dijeron que acá, a diferencia del Tren Patagónico, no reservabas mesa: Si había asiento, te sentabas, en cualquier mesa. Pedí el plato de fondo con una gaseosa y me lo comí en silencio. Cuando llegaron a pasarme la cuenta, le pregunté al camarero por qué habíamos salido atrasados, respondiéndome que, debido a la lluvia, parte del personal del tren no pudo llegar a tiempo para la salida del tren. Llegó el postre, y eran los mismos duraznos al jugo del tren de Bahía Blanca, pero servidos en un platito metálico pequeño, como de coctel, en vez del “vasito de café” del otro tren.

Volví a mi asiento y mis compañeros dormían. Creo que daban otra película, pero me senté y me quedé dormido yo también. Me despertaron cuando la gente ya se levantaba para bajarse del tren: habíamos llegado a la estación Mar del Plata Norte, ya sin lluvia, y eran pasadas las 00:50, por lo que el tren no se esforzó en recuperar el atraso, llegando con unos 40 minutos sobre la hora. La estación se llama Mar del Plata Norte porque hubo en su momento una estación de índole más turística llamada Mar del Plata Sud, que ahora es un terminal de buses. A partir de ahora, para referirme a Mar del Plata Norte, simplemente la llamaré Mar del Plata.

Debíamos cruzar con el tren Nº336, el nocturno Mar del Plata – Buenos Aires, pero veníamos tan muertos que ni nos enteramos. Bajé, tomé unas fotos y me dirigí a buscar a Jorge, un aficionado local que nos recibiría en la estación. Me había dicho que esperaría frente al panel con los horarios de salida. Vi a alguien allí y, luego de un rato de pensarlo, le pregunté si era él, a lo que me respondió afirmativamente. Nos saludamos y fuimos a donde estaban haciéndose las maniobras y a presentarle a mis amigos de viaje. Yo buscaba con la vista a la “English”, pero no la encontraba. Sólo veía a la G-22 Nº 7928 de Ferrobaires que se movía por la estación para maniobrar el recién llegado tren. Ahí fue cuando me enteré que esa había sido la locomotora titular del tren, no la English. Eso si que fue raro, porque era la primera vez en harto tiempo que no salía con su “naranjita” el tren. Más encima, lo normal fuera de eso es que saliera con las GT-22, estandarte de ese tren en las últimas décadas. Ahí “me cayó la teja” y me di cuenta que la locomotora que escuché acelerar en Plaza Constitución era la 7928, no una de LGR, que estaba cargándole freno a nuestro tren antes de partir.


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7928 con “El Marplatense” en Mar del Plata, listo para maniobrar.

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Resumen de itinerario “El Marplatense”.


Luego de las fotos y videos, salimos de la estación para tomar un taxi al hotel donde nos quedaríamos por dos noches. Era el Hotel Urca: simplecito, acogedor y limpio. Recomendable. Dejamos las cosas y salimos a caminar, guiados por Jorge. Fuimos por el paseo principal de la ciudad, aún con gente, llegando hasta el mar, siendo la primera vez que veía el Atlántico. Nos fuimos a tomar algo y Jorge nos pasó diversa información sobre la ciudad, incluyendo folletería y lugares interesantes para visitar, incluyendo estaciones y lugares donde pasaba la vía férrea. Además, nos pasó una tarjeta para poder usar los microbuses por la ciudad, así como la tarjeta “Bip!” de Santiago.

Seguimos recorriendo la noche marplatense, para luego ir ya de vuelta al hotel. Me compré una Fanta de 3 litros porque seguía con sed y nos despedimos de Jorge en la puerta del hotel, agradeciéndole su gran hospitalidad al recibirnos.

Subimos a la habitación y nos quedamos viendo algo de TV y bajando la Fanta. Luego, a lavarse y a dormir, que nos teníamos que levantar temprano para ir a ver la salida del tren Nº306 con destino a Buenos Aires, a las 09:40...y eso que ya eran las 04:00.

Zzzzzz.....

Zzzzzz.....

Ya ni me acuerdo que hora era cuando nos levantamos, pero ya habíamos perdido la oportunidad de ver el 306. Queríamos dormir. Bajamos para alcanzar a tomar desayuno, en el límite de la hora. Café con leche y tostadas con mantequilla y dulce de leche. Salimos del hotel y fuimos a usar un poco de internet y a llamar por teléfono. Al final, enfilamos hacia el borde costero y vimos la playa...a reventar de llena. Vimos una estatua a un lobo de mar y recorrimos hasta encontrar un lugar para entrar a la playa. El día estaba despejado y con calor, por lo que me saqué las chalas (ojotas) con las que salí para colocar los pies en el agua del Atlántico. Me dije a mí mismo que me iba a acordar de la hora en que mis pies tocaran por primera vez el Atlántico...¡y lo hice! 12:03:02, según mi reloj. Cosas de uno.


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Diversas tomas de la playa y el borde costero.

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Estatua del lobo de mar.


Recorrimos bastante por la playa y por las calles que rodean al mar y sus roqueríos, hasta que llegamos a un paradero de micros, en una zona desde donde se veía la “Regata Bicentenario”, en donde varias embarcaciones de países que celebraban el 2010 su Bicentenario recorrieron el continente (Chile, Argentina, Colombia y México). Ya teníamos que volver al hotel, para almorzar e ir a la estación de Mar del Plata para ver el tren Nº 305 procedente de Plaza Constitución, en Buenos Aires. Esperamos un buen rato (más de media hora), hasta que apareció la micro que se iba bordeando el mar. Luego combinamos con otra que nos dejó a unos pasos del hotel. Si mal no recuerdo, pasamos a almorzar a un tenedor libre regentado por unos chinos (como en varias partes de Argentina), donde nos llenamos, especialmente, de carne. Partimos luego a la estación, en donde estaban los coches Budd de El Marplatense en la vía 3, la misma en que fue dejado por la 7928 la noche anterior. Enfilamos hacia el norte por la vía, pasando por nuevos desvíos que se están generando en reemplazo de los actuales, por la construcción de la nueva estación de ferrocarriles, anexada multimodalmente a una de buses ya terminada. Llegamos a una curva junto a unos silos, a los pies de una señal de aspa y nos quedamos a esperar. Luego, con sólo unos 5 minutos de atraso, apareció el tren de 11 coches, comandado por la GT-22 Nº 9076, la misma que habíamos visto el día anterior con el tren 306.


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Edificio de la estación.

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Andenes.

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Uno de sus letreros.


Tren 305 entrando a Mar del Plata.


Nos fuimos caminando de vuelta, para ver las maniobras de la 9076 y ni alcanzamos a llegar a la estación cuando vimos a lo lejos que estaba saliendo la 7928 con un solitario coche (el que venía detrás de la 9076 en el tren 305) con destino a la localidad costera de Miramar, por lo que nos perdimos de filmarlo cuando cruza la ancha Avenida Luro. Al final, nos quedamos mirando a la “76” mientras movía los Pullman, para apartar un coche comedor, que suponía que saldría al día siguiente con el 306, tren que tomaríamos. El resto del tren, volvía en la noche a Buenos Aires como el tren Nº 336. Luego, nos acercamos a un coche con maquetas que había estacionado en la estación, para el cual pedían $2 para entrar, lo que nos hizo pegar media vuelta al paradero de buses. No teníamos ganas de sacar dinero del bolsillo para eso.


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Varias tomas de las maniobras de desarme del 305. Las señales de aspa (o brazo) funcionan!


Tomamos la micro y volvimos al hotel, para dejar las cosas y partir de nuevo a la playa. Ya el sol se estaba ocultando tras los edificios costeros (y no tras el mar, como lo vi toda la vida), por lo que corría una brisa algo helada, pero igual me metí al agua un rato. Nos quedamos luego vagando por la playa, para luego volver al paseo que nos dejaría directamente en el hotel. En el camino vimos a lo lejos un “trencito” de esos que andan por la calle para entretener a los niños (Creo que se llamaba “El trencito de la alegría”, según leí alguna vez). Arriba alcancé a ver a SpiderMan y al dinosaurio Barney. No me quería imaginar la partuza que tenían allá arriba esos personajes, aunque de por si la escena era medio bizarra. Caminamos por el paseo aquel y fuimos a ver que había para entretenerse...había juegos, pero ninguno me llamó la atención y no usé ninguno. Al casino no podía entrar con chalas, así que no entré. Luego vi los famosos alfajores Havanna, pero me parecieron un poco caros y no compré. Mis compañeros fueron al hotel y yo pasé a un local de computadores a usar internet y creo que usé el teléfono también. Luego volví a la habitación y no hicimos nada más. Nos dormimos más temprano para no perder el tren al día siguiente y además aprovechar de ver entrar el tren procedente de Miramar, que llegaba a eso de las 09:20.

Nota 20 Sep 2010 20:40

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Ya estábamos en la mañana de Domingo 21 y enfilando a la estación. Llegamos a las 09:20 y un poco antes de llegar vimos estacionada a la 7928, lo que nos decía que el tren de Miramar ya había llegado y más encima adelantado, porque había dado tiempo de acoplar su coche al tren 306 y devolverse a depósito. Entramos al andén y ahí estaba nuestro tren, compuesto de coches MATERFER de Primera Clase y Turistas, además de un comedor hecho a base de un Pullman Hitachi. Nos tocaba el coche 602, el penúltimo del tren, viendo con alegría que nos tocó un Primera (Ferrobaires los vende como clase única, y te puede tocar tanto un Primera como un Turista). Vimos también que “El Marplatense” estaba ubicado en una vía corta al otro costado del andén uno, hacia el norte de la estación, desde donde históricamente ha salido ese tren. Le tomé unas fotos al tren completo y volvimos a tomar asiento. Partimos bajo un cielo diáfano a la hora convenida.


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La 9082 y su tren.


Vamos cruzando varias calles al trote con nuestro largo tren guiado ahora por la GT-22 Nº 9082, formado por 12 coches. Entramos a una larga recta y a la típica pampa argentina, toda plana, entrando a las 09:57 a la estación Camet, donde hicimos nuestra primera detención. Luego pasamos la estación Cobo y paramos en Vivoratá a las 10:18 y luego Coronel Vidal a las 10:37, General Pirán a las 10:57, Las Armas a las 11:14 y Maipú a las 11:36. Esta última estación es la cabecera de la vía que sale a las localidades de Ayacucho y Tandil, que eran servidas por un tren de Ferrobaires hasta el año 2007. Hoy, ese enlace prácticamente no tiene tráfico (los cargueros y algún tren especial iban por vía Las Flores, en la ruta a Bahía Blanca. Además, en la estación estaban a la espera las GT-22 Nº 9089 y 9075, seguramente una de ellas de respaldo y la otra como la titular del tren 308 de Pinamar a Buenos Aires, que saldría esa noche y que iría luego a buscar.


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Saliendo de Mar del Plata.

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Varias estaciones.


Vistas desde el tren.

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Ramal a Tandil (sin uso).

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Locomotoras en Maipú.


Justo pasado el mediodía, entramos a otra estación con empalme: General Guido, de la cual sale la vía con destino a Pinamar (por la que luego iría alguna de las locomotoras que había en Maipú para tomar el tren y llevarlo a Buenos Aires). En sus grandes patios había maquinaria de vía abandonada y material que estaba alojado en un depósito de Mar del Plata y que fue botado por la construcción de la nueva estación, dentro del cual se destaca una locomotora y un pescante (guinche), ambos a vapor.


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Ramal a Pinamar (operativo).

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Estación de General Guido.


A las 12:21 pasábamos corriendo por Parravicini y ya se veían nubes en el horizonte, que amenazaban con nublar el día. A las 12:38 y luego de unas curvas y contracurvas cerradas, entramos a la estación de Dolores, escondida tras una frondosa arboleda. Es en esta estación donde se realiza el cruce entre el 305 y el 306. Nosotros llegamos primero y nos quedamos a esperar a que entrara el tren, el que llegó a las 12:43, con un par de minutos de adelanto, comandado por la GT-22 NºA922 de LGR, a préstamo en Ferrobaires y llevando 10 coches, 3 de ellos Pullman, un comedor (hecho a base de un Pullman, igual que el nuestro) y los 6 restantes entre Primera y Turista. 12:48 indicaba el reloj de la cámara y partíamos de la estación, viendo que al lado estaba el pescante Takraf, de grandes proporciones.


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Parravicini.

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Seguimos avanzando.

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Entrando a Dolores.

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A922 recién llegada con el 305.

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Grúa Takraf.

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Estación Dolores.



Cruce con el 305.


Ya eran la una de la tarde, y se había nublado definitivamente, a la vez que entrábamos a la estación Sevigné, con su depósito de locomotoras abandonado. Junto a ésta estación, se acercaba a la vía, y sería nuestra compañera por varios kilómetros, la ruta nacional 2, que es la carretera que conecta Buenos Aires con Mar del Plata. Quince minutos después, parábamos en Castelli. Después levantábamos unos 90 km/h y rebasábamos algunos autos, a los que saludaba desde el tren. Yo iba más entretenido que todos ellos, con la cabeza al viento y con el sonoro traqueteo. Cruzamos el puente más importante de la ruta, sobre el Río Salado, en cuya ribera había gente pescando, que saludaba al paso del tren, saludo que también devolvimos. Tomábamos un par de curvas que dejaban apreciar todo el tren y a la 9082 “fumándose la vida”, humeando con su acelerada, mostrando que no estaba muy bien de salud. 13:38 y parábamos en Lezama. Seguíamos corriendo. Curva y contracurva y ahora pasábamos sin detenernos por Monasterio, a 139 km de Buenos Aires. Casi a las dos de la tarde pasábamos Adela y su roja estación. Siendo finalmente las 14:13, entramos a la estación de Chascomús, con su andén en curva. Allí nos esperaba para saludarnos Marcelo, aficionado local que yo ya había conocido en 2009 cuando viajé desde Buenos Aires a Chascomús, que ya estaba informado de que venía en ese tren gracias a mensajes de texto que enviaba yo. Conversamos un poco no más, porque pasaron tres minutos y ya nos íbamos.


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Sevigné.

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Castelli.



Entre Castelli y Guerrero.


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Río Salado.

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Fumadora.

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Lezama.

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Monasterio.

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Sigamos dándole.

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Adela.

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Chascomús.


14:38 y hacíamos detención en Altamirano, luego de la cual simplemente me quedé dormido, ya que el asiento me había dado sueño y mis compañeros dormían también. No registré la pasada por Brandsen, despertando ya dentro del área de influencia de LGR, a unos 40 km. de Plaza Constitución. A las 15:58 paramos en el importante empalme que es Temperley, detención que ya habían avisado cuando salíamos de Mar del Plata, por lo que se ve que no era habitual. Entramos a Plaza Constitución a las 16:26, con 7 minutos de retraso y con una sorpresa en una de sus vías: la General Electric U13C de Ferrobaires Nº 6022 (tiene motor ALCo, por eso la jorobita), que no suele salir del patio de Kilómetro 4, la cual se fue apenas nosotros entramos. Nos bajamos del tren y ni nos quedamos para tomar fotos o ver las maniobras (eso si, alcancé a ver que la 9069 se colocó al final del tren para llevárselo a Kilómetro 4).


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Altamirano.

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Llegando a Temperley.

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Temperley.

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Un coche dormitorio y uno para el personal. Km. 4.

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Coches abandonados en Km. 4.

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Curva de entrada a Avellaneda.

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Entrando a Plaza Constitución.

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La 6022 saliendo de Plaza Constitución.

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9069 enganchada a la cola del tren.

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9082.

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Resumen itinerario tren 306.




Partimos a tomar el subte para buscar un nuevo lugar donde quedarnos, para el cual sugerí nuevamente el que había usado yo en 2009 y que cuando llegamos desde Bahía estaba lleno. Para allá fuimos y justo quedaba una habitación, que coincidentemente era la misma en la que me había quedado un año atrás. Dejamos las cosas y yo partí por mi cuenta con un grupo de aficionados, dejando como punto de reunión la estación Devoto del Ferrocarril San Martín. Para la estación Retiro San Martín me fui y justo me tocó un local tirado por una ALCo RSD-16 por primera vez (Concretamente la B802), ya que siempre me habían tocado GT-22 o 319 Ex – RENFE. Me bajé un Devoto y le tiré un video a la vieja con su tren, viendo que al otro lado del andén estaban los muchachos, a algunos de los cuales ya conocía en persona, mientras a otros los ubicaba por mi participación en foros. Fuimos a la casa de uno de ellos y conversamos sobre ferrocarriles (no podía ser de otra manera) y comimos medialunas. Al final, me dejaron en Devoto nuevamente para volver a casa. Durante el viaje, me crucé con el tren de Ferrobaires a Junín (255 km.), apodado “El Martita”. Llegué a Retiro y se me habían acabado las pilas de la cámara, teniendo frente a mí a la ALCo RSD-16 Nº 8456 de Ferrobaires, que, a pesar de estar en mal estado, sigue corriendo. Había llegado a la estación con el “Martita” que bajó de Junín esa tarde (mientras estaba reunido con los muchachos), tras la misma GT con la que se fue de vuelta hacia el oeste.


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B802 en Retiro San Martín.



B802 saliendo de Devoto.


Llegué de vuelta al hostel y me reuní con mis amigos. Ya no había nada más que hacer aquel día y ya poco quedaba para volver a Chile, pero eso no significaba que se hubiese terminado la acción. Todo eso, para la siguiente parte.

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Bueno señores, hasta acá tengo escrito. Me falta seguirlo hasta la séptima parte, que creo que será la última. Yo creo que de acá a un mes o un poco más la hago.

Saludos!

Domingo.

Nota 21 Sep 2010 02:06

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Excelente las descripciones!!!!

Has recorrido gran parte del sistema ferroviario de pasajeros (o lo poco que queda aun) argentino.

Te comento que en el año 1993 tuve la dicha de poder viajar en los últimos servicios directos entre Constitucion y Buenos Aires. Eran como 1600 kilometros y se tardaba unas 36 horas aproximadamente.

También hice el trayecto entre Jacobacci y Esquel completo en la vieja Trochita. Un dia entero para hacer 400 km.

Saludos

Nota 23 Sep 2010 21:31

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kokomo escribió:
Excelente las descripciones!!!!

Has recorrido gran parte del sistema ferroviario de pasajeros (o lo poco que queda aun) argentino.

Te comento que en el año 1993 tuve la dicha de poder viajar en los últimos servicios directos entre Constitucion y Buenos Aires. Eran como 1600 kilometros y se tardaba unas 36 horas aproximadamente.

También hice el trayecto entre Jacobacci y Esquel completo en la vieja Trochita. Un dia entero para hacer 400 km.

Saludos


Me habría gustado poder haber hecho el tramo directo, pero bueno...ya no está. Lo que si, al menos pudimos cubrir la mayor parte de la ruta yendo en los dos trenes.

Saludos!

Nota 02 Nov 2010 05:27

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SÉPTIMA PARTE


Ya los días en Argentina se nos acababan y ya estábamos pensando en comprar los pasajes para volver a Santiago. Antes de todo eso, esa mañana decidimos ir a cazar trenes a Remedios de Escalada otra vez. Yo me demoré mucho en levantarme, por tanto mis compañeros partieron sin mí, para alcanzar a ver el tren 305 a Mar del Plata. Al final llegué a Plaza Constitución a las 09:40, 20 minutos después de la salida del 305, que ya se había ido (confiaba en que podría no haber salido en hora). Tomé un Toshiba hacia Escalada y apareció a mi lado el premio de consuelo: Una carrerita con un rápido de LGR con GT-22 llegando a Avellaneda.

Bajé en Escalada y me subí, igual que la vez anterior, a la pasarela. A lo lejos, en el mismo lugar junto a la vía al que habíamos ido ese día después de la pasarela, diviso dos puntos, por lo que asumí que eran mis compañeros. Sin embargo, me quedé en la pasarela, viendo a la A922, una GT-22 de LGR, estacionada junto al foso de locomotoras y filmando las pasadas de un par de rápidos de LGR con G-22 hacia el sur, además de esperar al tren Nº 1352 de Ferrobaires, procedente de Bahía Blanca, vía La Madrid, comandado por la 9068, la misma que me dejó en Buenos Aires 5 días atrás. Luego me junté con ellos y habían alcanzado a filmar al 305 a la pasada. Luego de eso, volvimos al centro. Uno de mis compañeros se fue a juntar con un amigo que tenía en Buenos Aires, mientras que con el otro fuimos a almorzar al microcentro. Entramos a un local al que él ya había entrado el día que yo me quedé pasando las fotos a un DVD (El viernes anterior, antes de tomar el Marplatense) y pedí una milanesa que me fue bastante contundente. En ese rato, entró una señorita con una ajustada polera blanca, que se sentó cerca de nosotros y la que me quedé mirando un rato. No era la gran maravilla, pero me llamaba la atención.


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GT-22 Nº A922 de LGR.

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Entrada a los talleres de Remedios de Escalada.

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La A922 maniobrando. Nótense los nuevos postes de electrificación para las dos vías sin catenaria que quedan.

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Trenes eléctricos en Escalada.

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Vías, mirando hacia Plaza Constitución



Varios trenes por Escalada.



Ya en la tarde, nos juntamos de nuevo los tres y partimos al Ferrocarril San Martín, a ver los distintos trenes rápidos que corrían en hora punta por el sector de vía cuádruple. Llegamos a Retiro y subimos al primer tren que pudimos, para así partir antes de que saliera “El Marta”. Llegamos hasta Devoto y nos bajamos, apostándonos en el paso a nivel a la salida de la estación. Al rato ya pasaba un tren local al mando de una GT-22, para cruzar en la estación con el tren de Ferrobaires, que pasó sin prisa pero sin pausa por una de la vía para los trenes rápidos. Sin embargo, un par de cientos de metros más allá, “El Marta” se detuvo ante una señal, partiendo nosotros corriendo, luego de ver de que se estaba quedando ya un buen rato y de que hubiera pasado un tren local en la misma dirección y un rápido (sin detenciones en las estaciones de la vía cuádruple) hacia Retiro. Llegamos hasta el próximo paso a nivel y le disparamos fotos.


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Estación Devoto.

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“El Marta” parado frente a la señal.


Algo pasaba. Entre “El Marta” detenido y la falta de trenes a esa hora de la tarde daba a entender que había algún problema. A la distancia, en la siguiente estación, se veía a los trenes cambiar de vía. En un momento, la GT de Ferrobaires, la 9063, que estaba a cargo de “El Marta”, pegó un bocinazo y partió, luego de que le hubieran dado la señal. Nos quedamos un rato más y filmamos unos cuantos trenes rápidos más, para luego volver a la estación Devoto, caminando por la calle opuesta a la que habíamos llegado (al otro lado de la cuádruple). Empezó a llover y tratábamos de evitar el agua pasando por debajo de los árboles, mojándonos un poco de todas formas. Pasaron otro par de trenes, incluyendo uno con una 319 ex – RENFE, la primera que veíamos en acción, y llegamos a la estación, donde sacamos boleto y partimos a Retiro, donde estaba la misma 319 esperando en la otra punta del tren para salir de nuevo hacia “afuera”. Partió al rato, con su filmación de rigor, y nos fuimos de la estación, para ir al terminal de buses aledaño y buscar pasajes para volver a Chile. Después de rebuscar entre varias empresas (y lamentarnos de no haber sacado pasajes a Córdoba en el Ferrocentral de esa noche y así hacer el recorrido por menos dinero, vía el norte Cordobés), encontramos una alternativa no demasiado cara (tratándose de buses, trato siempre de gastar poco) y razonable para volver a Santiago: tomaríamos un bus de la empresa Chevallier a Mendoza el Miércoles a las 18:00, para luego, a las 13:00 del Jueves, tomar un bus de El Rápido Argentino a Santiago. De nombre son empresas distintas, pero pertenecen al mismo holding, según vi.

Volvimos al hostel y se acabó el día.


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319 ex – RENFE, lista para salir con un tren desde Retiro.



Compilado del día.


Martes 23 de Febrero

Le había comentado a mis amigos el día anterior que quería viajar en “El Gran Capitán”, tren que recorre el Ferrocarril General Urquiza, de trocha media (1.435 mm) hacia el noreste argentino, en un trayecto de más de 1.000 km.. A pesar de que les había dicho que no quería hacer el viaje completo (estaba claro que no alcanzábamos, porque a la hora que tenía que estar tomando el bus hacia Chile, con suerte estaría llegando al final del viaje de ida del tren), no me querían acompañar por pensar que sería demasiado arriesgado para la hora de retorno, porque confiaba en la combinación con un bus que quizá no alcanzaría, dependiendo del retraso del tren. De todas maneras, subirme a “El Gran Capitán” era algo que estaba decidido a hacer. El año anterior no había podido y ahora quería hacer un tramo por lo menos, a toda costa. Un relato leído en la página Satélite Ferroviario (http://www.sateliteferroviario.com.ar) allá por el 2006 me enganchó a ese tren, un viaje que debía hacer...me tenía que subir. Había planeado también haber ido al encuentro del tren en la noche del Lunes, para tomarlo ahí y bajar con él hasta Lacroze, pero una conversa el día Domingo con aficionados argentinos me hizo desestimar esa idea, jugándome las fichas al martes.


Me desperté esa mañana, con flojera (que raro...) y diciendo que subiría al tren, pero aún así no me levantaba. El tren salía a las 10:50 y ya eran pasadas las 10. Me decían en la habitación que si no me levantaba lo perdía, así que me incorporé y rajé a la ducha a las 10:10 y salía de vuelta a la habitación en unos minutos, ya vestido y apurado. Creo que eran alrededor de las 10:30 cuando salí volando a la estación de la Línea C, teniendo que ir hacia la línea B para alcanzar la estación Federico Lacroze, cabecera del “Urquiza”.

Ya eran alrededor de las 10:55 y entro corriendo a la estación, viendo la entrada a los andenes. Empiezo a mirar de izquierda a derecha y recito en mi mente: “eléctrico, eléctrico, eléctrico, nada, no veo al tren,...., AHÍ ESTÁ, COCHE FIAT”. Vuelo de vuelta a la boletería y me pongo en la fila (bueno, sólo había una persona comprando) y, al llegar mi turno me apuro en hacerle mi pedido a la boletera: “Un pasaje para Urdinarraín en Turista, por favor” - ¿Para cuándo lo quiere? – ¡Para Ahora! – Suba al tren entonces, que se le va a ir. Cómprelo arriba”. Me acerqué al tren y ver que todavía no salía, porque había gente y funcionarios en el andén, me fui a la punta de éste, donde estaba la locomotora, para tomar una foto al tren. El largo tren estaba formado por una locomotora de la empresa ALL (América Latina Logística), una G22, numerada como 7908, teniendo tras de sí 10 coches de la empresa TEA (Trenes Especiales Argentinos) aprestándose para salir hacia el noreste. La formación era de Furgón Generador, Furgón de Encomiendas, Pullman, Comedor, 3 Primera Clase y 3 Turista. Estando al lado de la locomotora, le pedí permiso a los maquinistas si podía subir a la locomotora para hacer el viaje desde la estación Zárate, a lo que me respondieron que no, que no se podía. Resignado, me devolví hacia los últimos coches y me subí al primer Turista, pegado a un Primera. Luego entenderán por qué pedía a los maquinistas subir en la mencionada estación y no salir directamente desde Lacroze en la locomotora.


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7908 de ALL y “El Gran Capitán”.


Mi coche estaba bastante limpio y presentable por dentro, pintado en sus paredes con un color verde esmeralda, similar al que se suele usar en las cabinas de las locomotoras, con los asientos tapizados de color azul. Me senté en uno de ellos, que era para tres personas, colocándome pegado a la ventana (asiento 17), que ya tenía levantada, esperando la partida del tren. Miraba por dentro de mi coche, observando detalles, como los ventiladores colocados en el techo para tratar mitigar el brutal calor del noreste argentino en el verano, sector en el que el tren suele ir muy lento, dado el mal estado de la vía y la dilatación de los rieles por el calor, que provoca tiraduras (los rieles se doblan). En una de las paredes junto al pasillo que llevaba al siguiente coche, estaba un letrero pegado que mostraba el número del teléfono celular que va a bordo del tren, así la gente llama para preguntar dónde viene el tren y cuánto atraso lleva, para así no plantarse en la estación esperando, porque es un tren que raramente llega a la hora, de hecho, una vez se atrasó ¡48 horas!, dados varios problemas en las vías y en las locomotoras (también en mal estado), teniendo que usar como 4 para hacer el viaje completo en esa oportunidad. Delante de mí iba una familia, conversando y riendo mientras esperaban la partida del tren. El que parecía ser el padre de familia llevaba un termo en sus manos, seguramente para el mate.


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Andén de Federico Lacroze, visto desde el coche.

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Interior del coche.


En fin, eran las 11:15, con 25 minutos de atraso y, bocinazo mediante, partimos del andén de Federico Lacroze hacia la aventura. Ya no había marcha atrás, ya estaba en viaje y nada me detendría, dadas mis aprehensiones iniciales, principalmente porque al día siguiente tenía que volver a Santiago y que tenía que alcanzar el bus para volver a Buenos Aires ese mismo día. A donde me dirigía, Urdinarraín, llegaría con el tiempo más o menos justo para tomar el bus, que salía alrededor de las 19:30, según había averiguado en internet. Esperaba que el tren llegase a la hora, así como un milagro, que intuía que no se cumpliría, pero que esperaba que pudiese ocurrir. Luego me di cuenta que los horarios que tenía del tren estaban más estirados que los oficiales, dándome más espacio de horarios para tomar el bus. La cosa es que de eso último no me enteré hasta después de este viaje.

Salíamos de la estación, torciéndonos por las cerradas curvas, dado que originalmente este ferrocarril, en la sección urbana, había nacido como tranvía, teniendo un trazado que se metía mucho en la ciudad y con curvas ad-hoc a aquellos. Salíamos de la zona de cambios y tomábamos la vía principal enfilando en dirección noroeste que, si bien estaba en muy buen estado (con durmientes de hormigón), no nos permitía correr a algo más de 20 km/h, porque la empresa concesionaria de ese tramo de vía (Metrovías, la misma del Subte), le ponía esa restricción a ese tren, por el mal estado de las ruedas de las locomotoras y coches (encalladuras, pestañas rotas o muy finas, etc...).


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Torciéndonos a la salida de Lacroze.


Nuestro viaje se hacía, afortunadamente, bajo un día espectacular, con buen sol y mucho verdor en el paisaje urbano. A las 11:30, pasábamos por fuera de la estación Lynch, que en sus depósitos interiores aloja al Ferroclub Lynch, que tiene entre sus piezas varios coches, una locomotora eléctrica y varias de vapor, de las cuales una funciona y hace un par de viajes al año, destacando que tiene ya más de 110 años, porque es de fines del siglo XIX. Es la Nº 27, la “Monte Caseros”. 11:47 y hacíamos nuestra pasada por fuera de los talleres de Ruben Darío, en donde Metrovías le hace mantenimiento a sus equipos y a donde a veces se arriman trenes del Subte para ocupar el torno sumergido que poseen. Justo en un muro ubicado en la vía que ubica al torno, estaba arrimado Guillermo, que trabaja allí, tomando nota de la formación completa del tren, tal como esperaba. Nos saludamos a la pasada y el volvió a lo suyo, mientras yo a lo mío...disfrutar el viaje.


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Ferroclub Lynch.

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Talleres de Rubén Darío. El tren rojo que se asoma es del Subte, que va allí para tornear sus ruedas. A la derecha de la foto, sobre la muralla roja, al final, asoma una cabeza. Ése es Guillermo.


Justo después de pasar los talleres, la ruta de Metrovías se bifurca por un ramal hacia la estación de General Lemos, entrando nosotros a la vía principal del Urquiza, bajo la concesión de ALL, en donde cruzamos la vía doble del Ferrocarril San Martín, cerca de la estación de Hurlingham, de este último ferrocarril. A las 12:07, con 34 minutos de retraso, entrábamos en la estación General Sarmiento (26 km. de Lacroze), en una zona en que la vía está paralela a la vía doble del Ferrocarril San Martín (a sólo un par de metros), cercana a la estación San Miguel del citado ferrocarril. En General Sarmiento había bastante gente, la que llenó el coche Turista en el que estaba yo (de Lacroze había salido con poca gente). En el rato que estuvimos detenidos, me entretuve viendo una cruzada de trenes locales del LSM, uno hacia Retiro comandado por la ALCo RSD-16 NºB820 y otro, hacia Pilar, por una G26 recientemente incorporada desde Croacia, numerada como 1001. Al rato después, quizás unos 15 minutos, partimos y a las 12:50 volvíamos a cruzar el Ferrocarril San Martín, a las afueras de la estación Pilar, tomando éste dirección oeste, hacia los pies de la cordillera de Los Andes...hacia Mendoza. Nosotros pasamos también por la estación Pilar, pero del Urquiza (a 47 km. de Federico Lacroze), sin detenernos. Cerca de ella, pasando junto a una calle de tierra, bien de campo, había alguien filmando la pasada del tren, a quien saludé. Un par de semanas después encontré ese video en YouTube y se alcanza a ver...mi brazo (algo es algo). Ya me habían pasado a pedir el pasaje, avisando que no había alcanzado a comprarlo, haciéndome uno a bordo, costándome en total $17 (poco más de 3 €/$2000), un regalo.


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Ferrocarril San Martín, cruzándose con el Urquiza.

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Andén de General Sarmiento.

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A la izquierda, vías del Urquiza (trocha media). A la derecha, del San Martín (trocha ancha).

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Trenes de LSM vistos desde “El Gran Capitán”.

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Cruce con el San Martín en Pilar.


Seguíamos avanzando lentamente, a un promedio de unos 30 km/h, pasando por entornos naturales bien bonitos, con alguna laguna escondida entre pasto y cañas, largas arboledas y hartas ramas que golpeaban en los coches, teniendo la forma de un túnel natural hecho por el tren, deteniendo el avance del verde sobre la vía, que sin trenes habría terminado comida por un bosque. Se veían también algunos caminos de tierras, que conectaban pueblos y casas cercanas a la vía en ese parte muy rural de las cercanías de Buenos Aires. A las 13:04 llegamos a la estación Fátima (a 55 km. de Lacroze), cabecera del desactivado ramal a las localidades de Rojas y 4 de Febrero, sin tráfico desde hace tiempo (trenes de pasajeros dejaron de pasar en 1993. No creo que los de carga hayan entrado mucho más). Allí nos detuvimos, aunque no se veía gente que fuese a subir. La detención era para invertir la locomotora en una tornamesa, ya que estábamos viajando con la trompa larga hacia el norte, posición no muy cómoda para los maquinistas. Cuando el tren llega a Lacroze y no lo hace con mucho atraso, la locomotora se va sola a invertir a la tornamesa de Lynch, dentro del predio del Ferroclub, y así sale desde Lacroze con la trompa corta, sin necesidad de parar en Fátima y sumar atraso.


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Paisaje cerca de Fátima.

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Estación Fátima.


Me bajé del tren un rato y me quedé esperando a la locomotora, viendo como estaba rodeado de altos y verdes pastos la vía que conducía a la tornamesa, en donde ya se juntaban algunas personas, algunas de ellas con polera azul, ya que eran funcionarios de TEA, para empujar a la 7908 en su giro. Al rato apareció la roja locomotora, portando en un espacio en su lateral su nombre, “Mónica”, ya que es común que en Argentina se les coloquen nombres propios a las locomotoras (en el caso de Ferrobaires, les colocaban nombres de ciudades, de jefes de importancia o muertos en servicio). Entró a la tornamesa y empezó el rito de girarla, quedando con su trompa corta mirando al norte y avanzando de nuevo hacia la punta del tren, con lo que subí al coche.

Aún así, no partimos inmediatamente...quizás algo le pasaba a la locomotora, no lo sé, porque no la alcanzaba a ver desde donde estaba. Me fui a recorrer el tren hacia el coche comedor, pasando por los Primera (que iban con poca gente). Pregunté que tenían a la venta y me compré unos cuantos alfajores, de los que valían $1, los más económicos (creo que también me llevé una bebida). El comedor se veía en buen estado, teniendo también su infaltable (en Argentina) termo con agua caliente para el mate. Estaba decorado en sus paredes con algunas fotos de trenes, como para darle un ambiente más ferroviario/ferroaficionado. Eché una ojeada al Pullman que estaba adelante y también llevaba poca gente, en su entorno cerrado con Aire Acondicionado. Recién 20 minutos después que se invirtió la locomotora, a eso de las 13:30, partimos con nuestro contrastante tren, celeste y blanco entre todo el verde, fundido con el cielo azul, como si fuera una gran bandera argentina flameando en el pasto.


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Tren detenido en la estación. Vista desde el lado del patio.

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Yendo a la tornamesa...

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...adentro...

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...girando...

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...y finalmente volviendo.


A 5 minutos de las dos de la tarde, llegamos a la estación Capilla, en donde nos detuvimos otra vez. Tampoco teníamos previsto detención ahí, además de que ya acumulábamos 1 hora y 20 minutos de atraso, pero cuando vi que a la locomotora le arrimaban una manguera para cargarle agua, me di cuenta que tomaríamos un rato y me bajé. Le tomé varias fotos al tren desde la punta, aprovechando que estaba en curva, viendo junto a la locomotora una persona que la observaba. Me acerqué y nos pusimos a conversar sobre trenes. Me dijo que era aficionado y que el próximo mes tomaría el tren hacia Posadas, el final de la travesía, donde Paraguay está a un río de distancia. Me comentaba que la locomotora cargaba agua porque estaba muy caliente, y eso que ya había salido de Lacroze con agua, según me decía (supongo que será cierto). Le pedí que me tome una foto junto a la locomotora y seguimos conversando. Cuando vi que le sacaban la manguera a la 7908, me despedí de él y volví a mi coche, para subirme antes de que se empezara a mover. Pegó bocinazo y me subí, creo que por un Primera, porque ya se empezaba a mover de a poquito, tras casi media hora de detención.


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Parando en Capilla.

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Estación Capilla.

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Tren completo en Capilla.



Le metió un poco más de velocidad la roja y pasamos por campos sembrados, lejos ya de las ramas que parecían que se comían al tren. Ya nos acercábamos a Zárate cuando veo a lo lejos dos puntas del puente que cruza uno de los brazos del Paraná. No puedo evitar lanzar un “¡Oooooh si!” cuando lo vi, ya que era uno de mis objetivos de ese viaje, cruzar ese puentazo que se avecinaba. Cruzamos luego por un puente el Ferrocarril Mitre y su vía doble, para luego entrar a los patios de la estación Zárate del Ferrocarril Urquiza. A la entrada, en el depósito de locomotoras se encontraba la, apodada por mí, “locomotora sexual”, porque tenía el número 6969, una GE (General Electric) modelo U13C. Cerca de ella, al otro lado del patio, había un coche de TEA estacionado, que había quedado ahí luego de romper el gancho (del enganche) en un descarrilamiento en el cruce de Hurlingham en el mes anterior. Paramos en los andenes de la estación a las 14:53, con 1 hora y 47 minutos de atraso, a alrededor de 100 km de Federico Lacroze, en el barrio bonaerense de Chacarita. Me bajé y partí por el andén hasta la punta del tren para tomarle una foto a la formación completa, pero ya se había desenganchado la 7908 y había partido hacia la punta norte del patio para maniobrar. En esta estación se revisan los ejes de los coches antes de cruzar el “Complejo Ferrovial Zárate – Brazo Largo”. Vi que la tripulación de la 7908 que habían tomado el tren en Lacroze se había bajado, pudiendo pedir a la nueva tripulación que me llevara a cruzar el puente que se venía. Me dije a mi mismo que decidiría sobre eso después. Caminé hacia la otra punta, en dirección al galpón de locomotoras, a ver si podía echarle un ojo a la “sexual”. Varios bichos andaban en el aire, dado el ambiente medio “tropical” de la zona, en donde el calor ya azotaba con fuerza. Se me pasó por al frente un mosquito gigante, con “acoplado”, como un camión, lo que me hizo pensar inmediatamente que podría traer el dengue metido, por lo que le hice el quite y quedé bien atento de lo que se me acercara.


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Entre Capilla y Zárate.

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“¡Ooooh si!”

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“La locomotora sexual”. Nº 6969.

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Andén de Zárate.

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Tren detenido en la estación.

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Maniobrando.

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Patio de carga de Zárate.

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Último coche de la formación, un Turista.

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7908 a la sombrita.

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Última edición por ElSirio el 02 Nov 2010 05:39, editado 1 vez en total

Nota 02 Nov 2010 05:30

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Al rato, la 7908 se adentró en la sombrita del techo del taller, para luego salir y estacionarse junto al andén, por detrás del tren. Le colocaron una manguera para meterle agua, otra vez y le abrieron todas las puertas que daban al motor...se notaba que estaba caliente otra vez. Al igual que la roja locomotora, también me empezó a dar sed, así que aproveché de comprar una Coca-Cola de dos litros y medio que vendían en el andén, a $7 o $10, si mal no recuerdo. Al ver que la locomotora ya se movía para ponerse de nuevo a la cabeza del tren, me subí al coche, habiendo decidido hacer el paso del puente desde allí. Ahora ¿A qué puente me refiero? Para cruzar los dos brazos del Río Paraná (Paraná de Las Palmas y Paraná Guazú) que separan Zárate con la provincia vecina de Entre Ríos, se construyeron dos puentes a fines de la década del 70, para así evitar que los trenes tuvieran que seguir pasando en Ferrys hacia el Noreste argentino. Los dos puentes están separados por unos kilómetros y están hechos para trenes y para vehículos carreteros, por tanto son dos puentes en uno, haciendo un total de cuatro puentes en el total del complejo. Como el Paraná es un río navegable, el puente debe ser lo suficientemente alto para permitir el cruce de barcos grandes por debajo de él, por tanto sube desde el nivel del suelo (y del río) hasta los 50 m. de altura, juntándose en ese punto los dos puentes (que empiezan a subir a distinta altura) en un tramo colgante, mientras el resto es de concreto. Todo esto se llama Complejo Ferrovial Unión Nacional Zárate – Brazo Largo.


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Tomando agua y ventilando sus partes.


De vuelta al tren, ya estaba sentado en el coche, con mi Coca – Cola lista para tomar, además que estaba heladita, mientras esperábamos la partida. De un celular salía una canción de un grupo chileno de reggae llamado Gondwana, que me hizo sentir algo en casa. La 7908 avisa y siendo pasadita las 16:00 estábamos listos para salir de Zárate, con poco más de dos horas y media de atraso. Se siente un tirón y empezamos a acelerar...otro tirón y otro más y ganábamos velocidad, empleándose a fondo a la 7908 para poder vencer la pendiente del puente. Salimos del patio de Zárate y tomamos una curva hacia la izquierda. No podía ver hacia delante porque rodeábamos una lomita y no dejaba ver todo el tren. De repente, la loma se acaba e instantáneamente aparece el apoteósico puente.


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La curva, con la lomita.

Imagen
Imagen
Y ahí está...




Cruce del primer puente



¡Pá! Apunto con la cámara, ¡Pá! Foto, ¡Pá! De nuevo apunto, ¡Pá! Empiezo a filmar. Ahí estaba, ese enorme puente, esa grandiosa forma de cruzar el río, ese puente que tanto había querido cruzar, ¡ahora lo estaba cruzando a bordo del tren! El año anterior lo crucé en auto cuando perseguí al Gran Capitán para filmarlo desde fuera. La 7908 humeaba y se esforzaba para subir la rampa, más encima en curva, cada vez más lento. Llegamos al punto medio, en el puente colgante, para luego empezar a bajar en una recta hacia la Isla Talavera, ubicada entre ambos brazos del Paraná, corriendo entre cañaverales, pasto y árboles que estaban a cierta distancia nuestra.


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Yendo por Isla Talavera. En la segunda foto, se aprecia el segundo puente al fondo, en línea recta.



20 minutos después, veía a lo lejos la rampa recta del segundo puente, por lo que tiro una foto y luego empiezo a filmar la subida, cruzando el Paraná Guazú, para luego bajar en curva y depositarnos ya en tierra firme en plena provincia de Entre Ríos. Se nos apareció un camino a nuestro lado, algo anegado y con tierras a lo lejos que estaban inundadas y empozadas por las aguas del Paraná. Por aquel corría un perro, casi a nuestra velocidad, levantando agua de una manera que lo hacía parecer una lancha, no alcanzando a tomarle una foto. Ya habíamos dejado la baja velocidad que llevábamos hasta Zárate y empezamos a correr un poco más. De vez en cuando aparecía algún caballo suelto o algún auto o camioneta. De a poco el terreno quedaba cada vez más vacío y nos quedábamos con pasto, algunos arbustos y una vista hacia el horizonte con algunas arboledas, todo empozado con aguas del Paraná. Luego, ya corriendo sobre terreno seco, aparecía una vía que llevaba al embarcadero a donde llegaban los ferrys con los trenes antes de la existencia del complejo. Luego de eso, a las 17:14, hicimos entrada a la estación San Martín, a la que bauticé como la “Capital nacional de la libélula”, dado que sus patios estaban llenos de ellas que volaban por ahí, seguramente dadas las ya mencionadas aguas del Paraná. Un par de minutos y nos pusimos a rodar otra vez.




Cruce del segundo puente.



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Diversas tomas bajando el puente.

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Paisajes pasando por una ventana.

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Paisajes inundados por el Paraná.

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Vía proveniente del embarcadero.

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San Martín.


Si antes ya se veía desolado el panorama, ahora lo era más. Un par de árboles muertos, aves volando y vacas con el agua hasta las rodillas, sobre una alfombra verde que se extendía al infinito bajo el sol y anegada en las aguas, cruzando de vez en cuando algún puente sobre un desagüe de ese “mar”. Eran las 17:48 y arribábamos a otra estación, Médanos, cuyo nombre le venía bien al lugar donde estaba: un pedazo de tierra rodeado de “mar”. Un minutito y de nuevo volvíamos a correr, a alrededor de 60 km/h bajo el sol, tocándonos de nuevo la alfombra verde al infinito, pero con menos agua. Ya se iba secando el cuento. A las 18:24 paramos en Enrique Carbó, otro pueblo más, ya en “tierra firme”, con algo de movimiento de gente ante el paso del tren que, según itinerario, debería haber llegado a las 15:40. Salimos del pueblo y corríamos entre pastos secos y terrenos cultivables, mientras el cielo cambiaba de color a medida que atardecía. Tomábamos unas curvas y veíamos a la locomotora emplearse bastante para llevar al tren más o menos rápido, fumigando los pastos con su negro humo. Más adelante ya había plantaciones de granos y algún molino de viento a lo lejos, denotando algo más de vida humana.


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“Mar”.

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Médanos.

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...y de vuelta a la alfombra.

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Tierra firme.

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Enrique Carbó.



Entre San Martín y Enrique Carbó.


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Paisaje más seco, ya más lejos del Paraná.




18:51 y ahora parábamos en Larroque, una estación con un entorno muy verde y que se notaba bien cuidada. Tenía farolas en un lado del andén, cosa que no había visto en otras, y una arboleda por el otro lado. Un par de personas bajaron y partimos otra vez. Ya el sol se acercaba al horizonte, mientras pasábamos sin detenernos a las 19:09 por Irazusta y a las 19:27 por Faustino M. Parera, habiendo en esta última un tipo sentado en una silla de playa en el andén viendo pasar el tren. ¿Buen panorama para una tarde de verano en medio de la nada, no?


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Larroque.


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Saliendo de Larroque.

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Pasando Irazustra.

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Pasando Parera.


Había preguntado un par de veces anteriormente al personal a bordo cuánto faltaba para llegar a Urdinarraín. Justo después de Parera venía Urdinarraín, por lo que ya estaba esperando que llegaran al coche a anunciar la parada, lo que hacían con todas las estaciones, además de que ya estaba rogando que el bus se atrasara, ya que según había averiguado, el último a Buenos Aires pasaba por Urdinarraín pasadas las 19:30, siendo que a esa hora recién habíamos salido de Parera. Ya el sol se había puesto y eso sirvió como el aviso de que ya llegábamos a la estación. 19:43 hacíamos finalmente la detención en la estación. Apuro el paso y le tomo una foto al letrero de la estación y luego al tren completo. Me aposto junto a la segunda vía y espero su partida para filmarlo.


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Se nos va el sol...

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...y al fin llegamos!

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Lista para seguir viaje.


¡Adiós, Gran Capitán!


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Horario resumido.


Corto el video y lo veo irse, pero sólo por un par de segundos, que es cuando empiezo a correr y a preguntar a la primera persona que viera dónde estaba el terminal de buses. Atravesé el pueblo completo (que parecía acotado en su extensión por el tamaño del patio de la estación) corriendo hasta que lo pillé. Ya eran cerca de las 20:00. Entro y lo primero que veo es que el último bus a Buenos Aires había pasado a las 18:30, una hora antes de lo que tenía visto, por tanto, estaba cagado. Pregunté a que hora pasaba el próximo bus hacia la capital, y me respondieron con un horario que ya me esperaba oír: “02:10 de la mañana”. Y allí estaba, en un pueblito a unos 260 km. de Buenos Aires, con 6 horas de espera por delante hasta el próximo bus. La boletería y sala de espera era elementalmente un insectario, con especies de todos los tipos deambulando por los aires, caminando por el piso o agarrándose de las paredes. Llegué a asumirlo como algo normal para la gente de esa zona. Compré el pasaje en Flecha Bus por $58, más de tres veces lo que me costó el tren, y luego me fui a buscar qué hacer.

Luego de un rato de buscar encontré un local con internet y pasé un buen par de horas ahí, tratando de matar el tiempo y conversar por Messenger con mi gente en Chile y otros contactos en Argentina. Ahí me enteré que si hubiera seguido en el tren hasta Basavilbaso, a no mucha distancia de allí, habría visto un tren local de pasajeros que estaba por llegar, luego un tren de carga y finalmente un traslado que salía por el en ese entonces muy poco transitado ramal a Paraná, sabiendo además, para más remate, que si hubiese esperado el bus ahí habría podido subir más temprano que esperándolo en Urdinarraín, porque era el mismo bus. No todo puede salir perfecto.

Ya en la madrugada del Miércoles, partí a caminar un rato por el pueblo hacia las vías, para seguir matando el tiempo y ver si podía hacer alguna foto nocturna. Viendo que no había mucho caso, partí de vuelta al “insectario”. Me senté a esperar, con la boletería ya cerrada (iba a abrir antes de que llegara el bus). Mientras, me entretuve mirando en el piso como una araña se llevaba a la rastra a un bicho que había quedado atrapado en su tela a través de todo el piso de la sala de espera. Podría haberlo filmado, pero no se me ocurrió. Pasaditas las 2 de la mañana y al fin apareció el bus, al que me subí inmediatamente y me senté en mi lugar. Partimos y poco después ya me había quedado dormido. Cerca de las 07:00, me bajaba en Retiro, tomaba el subte y me iba al hostel. Entré a la habitación, mis amigos dormían. Me acosté y no supe más.

Eran alrededor de las 11:00 y me vuelvo a despertar. Uno de mis amigos creo que ya se había ido, mientras con el otro veíamos que carajo hacer. Salimos y fuimos a ver a un ciber los horarios de los trenes de TBA en el Ferrocarril Sarmiento, para ir a ver los diesel, pero quedábamos muy cortos de tiempo, ya que a las 16:00 ya teníamos que estar de vuelta para armar las cosas e irnos. Al final, decidimos ir a Retiro Belgrano y tomamos el tren hasta la estación de Carapachay, en donde hay una buena curva para ver trenes. Ahí me comentaba que el día anterior, mientras yo viajaba por la trocha media del Urquiza, ellos habían salido a distintos lugares: uno a Ferrovías y otro a TBA por el Ferrocarril Sarmiento. Pasamos por la estación Florida y en la vía tercera, que desembocaba en Carapachay había una locomotora de la empresa Belgrano Cargas, a la cabeza de un tren, lo que nos dio esperanzas de ver un carguero pasar. Llegamos a nuestro destino y nos apostamos a la salida de la curva y esperamos a que pasaran los rojos trenes tirados por la ruidosas G22. Al rato apareció un par de policías, de los cuales una mujer se nos acercó a preguntarnos que hacíamos. Le explicamos, le mostramos fotos y se fueron. Todo bien. Seguimos filmando y fotografiando trenes, conversación con un loco medio “volado” mediante, y luego, viendo que se nos acercaba la hora de partir y que ya parecía que no venía el tren de carga, volvimos a la estación, tomamos el tren a Retiro y nos fuimos de vuelta al hostel.


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Ferrovías por Carapachay.



Un par de trenes filmados.


Ya las cosas estaban empacadas y ya partíamos. Pagamos la cuenta en el hostel y nos fuimos en dirección al terminal de Retiro. Nos tocaba un bus de la empresa Chevallier, con salida a las 18 horas. Mientras, en la sala de espera metía monedas en unas pantallas para ver algo de televisión mientras esperábamos. Era una buena forma de deshacernos de las monedas que no nos cambiarían en las casas de cambio en Chile. Eran las 18:00 y del bus, ni noticias. Si mal no recuerdo, recién a eso de las 19:00 apareció, luego de estar viendo un desfile de buses a todos lados de Argentina: Tucumán, Mendoza, Resistencia, Corrientes, Salta, etc. Me tocó un asiento junto a un compatriota que volvía a Chile luego de dos meses dando vueltas por Argentina, vendiendo artesanías que él mismo fabricaba. Había llegado a Buenos Aires desde Posadas en “El Gran Capitán”, que había arribado la mañana del Martes, el mismo que luego salió de vuelta pasado las 11:00 hacia el norte, conmigo abordo. Delante nuestro iba una israelita que se había hecho “amiga” de mi compatriota (y digo “amiga” porque en realidad se la disputaban con quien iba al lado de ella).

Partimos al rato y pasamos al terminal de Liniers, dentro del Gran Buenos Aires todavía. Nuestras siguientes paradas fueron en Luján, que se adivinaba por la iluminada catedral al fondo, y Carmen de Arecó, en donde paramos en una bencinera, donde nos pudimos bajar a comprar la cena: su buen sándwich. De vuelta arriba y partimos. Después de un rato, caí dormido y no desperté hasta entrada la mañana del día siguiente, Jueves 25, ya en la provincia de Mendoza. El día estaba nublado y estábamos llegando al terminal de la ciudad de Libertador General San Martín, ya cerca de la ciudad de Mendoza, a la que al final arribamos a las 11:00, teniendo dos horas libres antes de la partida de nuestro bus hacia Chile. Me metí a un ciber y ahí me enteré de una noticia que me pegó fuerte: el 3 de Marzo iba a correr un tren especial desde Buenos Aires a Mendoza, a $200 ida y vuelta, lo mismo que nos costó el bus sólo de ida. Sabía que el tren correría, pero no que se adelantaría su corrida para dentro de una semana. Me quería cortar las pelotas y se los comenté a mis amigos. Decía que si lo hubiese sabido antes, guardaba algo de plata y me las arreglaba para estar una semana más.

13:00 y ya estábamos arriba de nuestro bus amarillo con destino a casa. Dormí un rato, si mal no recuerdo, despertando pasado la frontera, lo que nos iba tomar un poco de tiempo, ya que los trámites aduaneros chilenos son más exhaustivos que los argentinos, por tanto toma más tiempo, ya que te revisan los bolsos y te hacen llenar una declaración jurada sobre lo que llevas. Al final seguimos viaje sin contratiempos y arribamos a Santiago cerca de las 20:00. Fuimos a tomar el metro, me despedí de mis amigos a medida de que llegábamos a nuestras estaciones de destino y me bajé. No había llamado a casa en tres días, queriendo dar la sorpresa. Entro al edificio, subo y golpeo la puerta en vez de abrirla con las llaves, para que pensaran que fuera otra persona, y así le di la sorpresa a mi madre y hermana. Solté todo mi equipaje, me pegué una buena ducha y simplemente me relajé. Mi vuelta de 15 días había terminado. Un rato de ocio frente al PC y en la madrugada del Viernes me reencontraba con mi cama y dormir sin pensar en lo que haría al otro día...sólo dormir. Ya había llegado a la estación terminal.




FIN




Agradecimientos:

A todos quienes fueron parte de este viaje. A quienes me recibieron en Buenos Aires y Mar del Plata, a mis compañeros de viaje y a mi familia. A todos, simplemente a todos. A ti también, amigo lector, por darte el tiempo de vivir mi aventura.

Nota 02 Nov 2010 12:58

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Ubicación: Brunete-Madrid
Registrado: 03 Feb 2009 15:47
:shock: Una autentica pasada :shock:

Ayer día de todos los Santos, por la tarde a eso de las 18:30, nos hicimos un buen cuenco de palomitas, unos refrescos y a disfrutar de este largometraje del amigo "El Sirio"

No tiene desperdicio, gracias por tu tiempo El Sirio, de verdad, casi como si hubiéramos estado allí :D


Gracias y un saludo.

Antonio y Silvia.

Nota 03 Nov 2010 04:47

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Registrado: 17 Dic 2008 22:35
ViasMuertas escribió:
:shock: Una autentica pasada :shock:

Ayer día de todos los Santos, por la tarde a eso de las 18:30, nos hicimos un buen cuenco de palomitas, unos refrescos y a disfrutar de este largometraje del amigo "El Sirio"

No tiene desperdicio, gracias por tu tiempo El Sirio, de verdad, casi como si hubiéramos estado allí :D


Gracias y un saludo.

Antonio y Silvia.


Antonio, Silvia, muchas gracias por darse el tiempo de leer mi relato. Me alegra que les haya gustado.


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