msj escribió:
A mediados de 1974, permanecí a lo largo de tres meses en la Unidad de Ferrocarriles de Albacete. A lo largo de este periodo seguí fotograficamente y de forma intermitente el paso de las 1900 por la estación manchega. Las GM eran prácticamente las únicas que deambulaban por aquellos parajes con alguna excepcional 1300 del Ómnibus de Cartagena y el ABJ que todas las tardes salía de Albacete para dirijirse a Almansa y volvía a primera hora de la mañana siguiente, pero que a partir de aquel mes de mayo fue sustituido por un ferrobús. Recuerdo el paso de los trenes atravesando el rojo de las amapolas de los campos manchegos, aunque las fotografías eran solo en blanco y negro.
Un mercancías en la estación de Albacete en abril de 1974.
msj
Sí señor, preciosa toma en Albacete, cuando todavía no había llegado la catenaria, y encima con un mercante casi puro de vagones tipo 'j', mis preferidos. Cuantos vi pasar de estos en los 80, con su traqueteo suave y contínuo... El bramido diesel de la 319, el olor a gasoil mezclado con el humo, el traqueteo del tren, el olor a creosota de las traviesas y postes de madera con el calorcillo de los días soleados de primavera y verano.... Y todo ello aderezado con el paso de impresionantes Rápidos, Expresos y Talgos. Las estaciones tenían una vida difícil de describir. Las que tenían paso a nivel, como fue el caso de La Roda, ofrecían una magia especial, pues cuando veías salir al especialista a cerrar la barrera para extraer la llave de seguridad de su mecanismo y volver andando a la sala de ciruclación (como ponían en esos carteles blancos con letras azules en mayúsculas) para introducirla en el bouré y abrir los semáforos, a uno se le aceleraba el pulso: ¡Venía un tren! Los chavales congregados en nuestra 'zona de caza' comenzábamos a otear el llano horizonte manchego esperando a ver qué venía (pues en aquella maravillosa época, la variedad de trenes y locomotoras era infinita). De pronto veías algo que parecía verde; sí era una
diesel verde de rayas amarillas (como las denominábamos entonces). ¿De balcones, o de las normales? Pronto salíamos de dudas, pues pasados tres o cuatro minutos, la mole llegaba a la estación con su largo mercante. Con un poco de suerte, podía ser el ruta con parada y maniobras para agregar o segregar vagones; también podía ser que la pareja de maquinistas habían terminado su jornada laboral y el tren quedaba estacionado allí... En cualquier caso, es difícil expresar con palabras la sensación de alegría y euforia al poder contemplar de cerca esa preciosidad verde (con su elegante topera pintada de rojo, como las antiguas vaporosas) con el especatcular bramido de su motor acelerando y decelerando; hacia alante y hacia atrás; retorciéndose por los haces de vías, con el especialista -minúsculo al lado de la locomotora- subido en los peldaños inferiores de las escalerillas de la locomotora, agarrado a los pasamanos para acompañar las maniobras a lo largo de la estación, de un extremo al otro... Parece que estoy contemplando ese hermoso espectáculo de nuevo. Toda una tarde se te podía pasar en un abrir y cerrar de ojos. Acabadas las maniobras, con el tren ya formado y estcionado en una de las vías de clasificación, sólo quedaba esperar la autorización del puesto de mando de Valencia para dar luz verde a la circulación; ah, por supuesto que también había que preparar la documentación del tren (vagones, carga, porcentaje de frenado, etc, etc.). Lista la composición, veíamos salir al maquinista y su ayudante, con el sobre de documentación bajo el brazo; escalban por las escalerillas hasta introducirse en el interior de la cabina (Dios mío, qué envidia!). A continuación, salía el factor con su banderín rojo enrollado y el silbato preparado para dar la salida. Un leve pitido con el mismo, al que la 319 respondía con un majestuoso y ronco bocinazo que hacía eco en todo el pueblo y alrededores. El motor de la 319 empezaba a subir de revoluciones mientras el chirrido de los frenos aflojándose en todo el tren se dejaba escuchar en medio de ese derroche de potencia y olor a diesel. El convoy comenzaba a rodar, con el característico claqueteo de las ruedas al pasar por las juntas; el crujido de las traviesas de madera al aguantar el peso de la mole verde... Uno tras otro, tope con tope, los coquetos y ferroviarios vagones tipo J iban desfilando tras la reina diesel que los llevaba a su destino. Y el tren abandonaba la estación y todo quedaba en el más absoluto silencio poco a poco, pues el sonido de ese maravilloso motor GM todavía se dejaba oír durante un prolongado rato, escuchándose perfectamente cómo iban metiéndole puntos al motor.
En fin, 7734, si te haces con esa máquina del tiempo cuenta conmigo, aunque me parece que te tocaría de echar varios viajes al pasado, pues se te iba a unir gran parte del personal que por aquí se da cita.
Nostálgicos saludos