Un muy interesante tema el de este hilo. Enhorabuena de nuevo.
Bueno alguna foto en color hay de estos contenedores, como bien dice JLFG, en la Revista Renfe Comercial
Es interesante conocer el por qué de este curioso sistema de transporte de carbones y me permito enrrollarme un poco al respecto.
A finales de los sesenta se evidenció el profundísimo cambio en los hábitos de consumo de combustible que sufría España. De un sistema global energético basado en el carbón, se pasó, en relativamente poco tiempo, a otro basado en el petroleo. Y este cambio fue especialmente marcado en los consumos industriales y domésticos. El carbón dejó en muy pocos años de ser usado en las calderas y cocinas y pasó, casi en exclusiva, a utilizarse en las centrales térmicas y la industria siderúrgica.
Hasta ese momento el transporte tenía que considerar la conservación de los tamaños o calibres del carbón, pues muchos de los usos industriales generales y domésticos exigían un tamaño concreto de la piedras. Se entiende perfectamente que, por ejemplo, en la parrilla de una locomotora no se puede echar carbon menudo porque se colaría por la rejillas y, además, sería arrastrado por el tiro, sin permitir la adecuada mezcla de aire con el combustible. Por eso lo carbones, además de por sus propiedades químicas, se clasificaban por su tamaño. Normalmente a mayor calibre mayor valor. En este sentido los métodos de transporte erán criticos: como el carbón es muy deleznable, un transporte que exigiese mucha manipulación originaba que las piedras se desmenuzaran, perdiendo utilidad y precio. De ahí que desde el inicio de la minería siempre se hubiera buscado reducir al máximo los transbordos desde los lavaderos al consumidor.
Cuando se produce el cambio de habitos de consumo el carbón entra en gran crisis. Lo que se mantenía, es decir las térmicas y las siderúrgicas no exigían, en general, calidades de carbones basadas en los tamaños, por lo que se empezaron a usar sistemas de transporte masivos, basados más en la gran capacidad y la rapidez de carga y descarga. Para estos usos, lo mejor obviamente eran las tolvas y los trenes puros.
El gobierno de aquella época, en base al interés de conservar la industria minera y reducir la acusada dependencia petrolífera que se entreveía, intentó invertir un tanto la tendencia, ya que, y cito a Valeriano Martín Arija, ingeniero del Departamento de Ventas de Renfe en 1971 " estamos convencidos de que el carbón puede y debe seguir desempeñando un papel importante entre todas las fuentes de energía. Nadie podrá dudar de su utilidad [...] en todas las aplicaciones en las que el precio unitario del carbón compense su inferior rendimiento térmico. Pero entre los prinicipales problemas que tiene planteados el carbón (además de la baja rentabilidad de las explotaciones mineras, las dificultades económicas y sociales de la explotación; la disminución de la demanda tanto en el sector de la industria como en el doméstico) está el problema del transporte".
Para resolverlo, Renfe asume que el transporte del carbón se divide en tres grandes categorías tradicionales: Traficos de gran volumen en trenes puros, de mediano volumen en remesas, y tráficos de pequeño volumen en vagón aislado. Los primeros, típicos de térmicas y siderurgicas se podían resolver en la nueva realidad con material móvil adecuado que iría de las minas a las fábricas y centrales directamente.
Para los otros dos sistemas, típicos de consumos domésticos, pequeña industria y almacenistas, la cosa era menos sencilla. Para eliminar sus dificultades de explotación, se planteó la ingeniosa alternativa de agrupar las remesas y los vagones aislados de clientes diferentes en trenes puros, que se beneficiaran de precios más reducidos, con otros dos factores a tener en cuenta en estos tráficos que podemos considerar "de detalle":
- Uno la necesidad de optimizar los medios de carga y descarga que se usasen para reducir la manipulación. Deberían ser concebidos de tal manera que evitasen la depreciación del carbón por fragmentación, que redujesen los tiempos de carga y descarga, que tuvieran un coste adecuado de maquinaria, mínima mano de obra y mínimo espacio de instalaciones.
- Otro, la necesidad de que el sistema elegido, fuera compatible de la manera más sencilla con la cooperación con la carretera (razonable obsesión de Renfe por entonces) de tal manera que el largas distancias el carbón fuera en tren y luego se pudiera distribuir por camiones al cliente final.
En una época en la que el contenedor se empezaba a ver como una solución lógica para el transporte, la solución planteada no podía ser otra: contenedores para carbón.
Y de ahí nacen estos vagones como ensayo y toda esta historia.
La razones del fracaso del sistema, a mi modo de ver, tuvo que ver con el imparable cambio de los hábitos de consumo energético que citaba al prinicipio. Por mucho que se hiciera este intento, el futuro del carbón como combustible doméstico y para la industria en general estaba condenado y con él estos trenes tan peculiares.
Saludos:
Javier.-
- Adjuntos
-
