Yo prefiero unos años antes, cuando no había canceladoras y en la entrada al andén había un pica con un taladro y te picaba el billete para acceder al tren.
En el viaje el interventor te volvía a picar.
La gracia era que el de la puerta, cuando no picaba, jugaba con el taladro dándole vueltas como si fuera un revolver.
Suburbanos