Una de las cosas que me propuse hace tiempo para mi próximo proyecto de maqueta fue crear para ella una “historia” que le diera contexto y razón de ser. Por supuesto no es para nada imprescindible hacer tal cosa. Mi maquetas anteriores no la tuvieron y no me pasó nada por ello, pero esta vez creo que puede formar parte de la diversión hacerlo de este modo. Me gustaría compartirla con vosotros. Por supuesto, y como siempre, sentíos totalmente libres de opinar y criticar. Estoy seguro de que vuestras aportaciones harán mejor, y sobre todo más divertido, todo el proyecto.
Antes de nada, debo decir que todo lo que voy a contar es inventado, aunque tal vez no del todo descabellado. Ya me contareis vuestra opinión. También voy a utilizar algunas fotografías de sitios reales, por supuesto no relacionadas con el proyecto, y tampoco tengo la intención de reproducirlas de forma directa en la maqueta. Están bajadas de Internet sin ningún ánimo lucrativo. Puede que algunos reconozcáis los lugares. Si alguien quiere saber su procedencia, se la digo sin problemas y si fuera menester las quito, pero no creo que dañe los intereses de nadie con este pequeño juego.
Por otra parte, las estaciones de la maqueta ya tiene nombre. Son, a saber:
A: Sama
B: Pola
C: Caldas
Esos nombres existen, pero como parte de nombres compuestos, sobre todo en el noroeste de España. No me consta que existan aislados, pero en todo caso se refieren a localidades inventadas.
Vamos allá.
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En Mayo de 1939, recién terminada la Guerra Civil Española, ingenieros de la Real Compañía Cantábrica del Hierro (fundada por el Marqués de Siero en 1891 y a la sazón de capital mayoritariamente alemán) descubrieron en las entrañas de la antiquísima mina de hierro de Caldas, en la costa asturiana, cantidades significativas de wolframita, una de las fuentes más importantes de wolframio, actualmente conocido como tungsteno.

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Ruinas de la mina y embarcadero de Caldas, en la actualidad.Las noticias del hallazgo, considerado por la Compañía como de gran importancia, no tardaron en abrirse camino hasta el despacho en Berlín del comandante del “Amtsgruppe Ausland” del Abwehr, o sección extranjera del servicio de inteligencia militar alemana, que no vaciló en trasladarlas al almirante Canaris, jefe supremo en aquella época del Abwehr.
Conocedor de que Alemania se encaminaba decididamente hacia la guerra (apenas faltaban tres meses para el inicio de las operaciones contra Polonia), Canaris sabía muy bien que su país iba a necesitar todo el wolframio que pudiera obtener.
El wolframio, de número atómico 74 y símbolo químico W, es un metal escaso que se encuentra en forma de óxido y de sales en ciertos minerales. Es de color gris acerado, muy duro y denso, tiene el punto de fusión más elevado de todos los metales y el punto de ebullición más alto de todos los elementos conocidos. Se usa en los filamentos de las lámparas incandescentes, en electrodos de soldaduras, en resistencias eléctricas, y aleado con el acero, en la fabricación de aceros especiales y munición perforante antiblindaje.
En España se encuentra principalmente en Galicia, León, Salamanca y Extremadura, con algunos yacimientos en Asturias. Aunque la producción actual es casi anecdótica, la Segunda Guerra Mundial desató en España una “fiebre del wolframio” condicionada por la dificultad de acceso de Alemania a fuentes más productivas del elemento en ese periodo.
No resulta sorprendente, entonces, que el Abwehr destinara gran cantidad de recursos a la investigación de formas de hacerse con el preciado mineral.
Dada la abierta simpatía del recién consolidado régimen del general Franco hacia el III Reich, no se esperaban dificultades políticas para importar el mineral que se pudiera obtener en Caldas, pero los problemas logísticos eran harina de otro costal.
La mina asturiana disponía de un pequeño embarcadero por donde daba salida a su producción de mineral de hierro, pero no sólo era insuficiente para la esperada producción de wolframio, sino que su localización en la costa cantábrica lo hacía francamente vulnerable al control de la Royal Navy. Era imperativo, por lo tanto, encontrar una ruta alternativa hacia el interior y luego hacia los puertos del Mediterráneo, comparativamente más seguros para el tráfico mercante alemán.
La respuesta, tras una discreta reunión concertada por Canaris, vino de la mano del financiero Jürgen von Lahousen, accionista mayoritario de la Real Compañía Cantábrica del Hierro. Bastaba con construir un ramal ferroviario que enlazara Caldas con Sama, en la línea de Avilés a Villabona de Asturias, perteneciente a la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España. Para ello se constituyó en agosto de 1939, como filial de la compañía minera, la Compañía del Ferrocarril de Caldas a Sama (o CFCS). Aunque casi todo el capital fue desde el principio de origen alemán, se contó con algunos socios españoles que resultaron ser poco más que testaferros del Abwehr.
En el Objeto Social de la CFCS, reflejado en su escritura de constitución, no se mencionaba para nada el wolframio. Antes bien, la razón de ser de la compañía sería el transporte de mercancías y pasajeros a la localidad de Caldas, conocida no sólo por su mina de hierro sino también, como su propio nombre indica, por las abundantes y ricas aguas termales que abastecían su balneario.

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Balneario de Caldas, en la actualidad.La línea proyectada para la CFCS, entonces, partiría de Caldas y se dirigiría hacia la localidad de Pola, un pequeño pueblo agrícola y ganadero donde se decidió ubicar los talleres del ramal, y seguiría hasta entroncar en Sama con la línea de Norte.

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Nudo de Sama a finales de 1940En total, la longitud de la línea apenas superaba los veinte kilómetros y no presentaba especiales dificultades desde el punto de vista orográfico.
Por ese motivo las obras, iniciadas en el mes de octubre de 1939, progresaron con rapidez. Los trabajos avanzaron a tal ritmo que los ingenieros alemanes exigieron la importación de material ferroviario dado el calamitoso estado del parque tractor español en la inmediata posguerra. Como medida de emergencia se adaptaron a toda prisa al ancho ibérico un par de viejas locomotoras prusianas de la serie G7, conocidas como Br 55 en la Deutsche Reichsbahn. Poco después se encargaron varias locomotoras nuevas de la serie 80, fabricadas directamente en galga 1.668 mm, de las cuales sólo 3 llegaron a ser entregadas.

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La 040-2486, una G7 prusiana convertida a ancho ibérico.La 030-0235, locomotora alemana clase 80La línea se inauguró oficialmente a principios de enero de 1941, poco más de un año después del inicio de los trabajos, pero para entonces las cosas se habían torcido ya seriamente para los intereses alemanes. Desde septiembre u octubre del año anterior, las sospechas de que las estimaciones iniciales sobre la calidad de la veta de wolframita habían sido groseramente optimistas se iban convirtiendo en cruda realidad. Pero el golpe definitivo vino el 23 de diciembre de 1940. La víspera de Nochebuena, una terrible explosión en el interior de la mina de Caldas provocó un desprendimiento y acabó con la vida de cinco mineros. Los trabajos de extracción tuvieron que ser interrumpidos, y las valoraciones iniciales estimaron al menos seis meses para reparar los daños provocados por la explosión. En la comarca circuló el rumor de que la explosión había sido consecuencia de un sabotaje, que algunos atribuían a un comando británico desembarcado desde un submarino y otros a militantes comunistas. La investigación oficial descartó la intencionalidad del siniestro, pero aún hoy día se continúa especulando sobre el hecho.
En cualquier caso la CFCS suspendió pagos casi de inmediato, justo a tiempo para que fuera absorbida, el 24 de enero de 1941, por la recién nacida RENFE.
Para cuando la producción de mineral de hierro fue finalmente reanudada en la mina de Caldas, a finales de septiembre de 1941, el Abwehr había perdido su interés en ella. Los avatares de la guerra obligaron a Alemania a apartar su mirada de la pequeña mina asturiana para centrarla en problemas más urgentes, y la pequeña línea ferroviaria de Caldas a Sama languideció.
Irónicamente, lo único que la mantuvo operativa en los primeros años de la posguerra, fue precisamente el objeto social elegido a modo de pantalla por la CFCS: el balneario de Caldas, que generaba suficiente tráfico de viajeros y mercancías como para mantenerla abierta. En 1951, una pequeña fábrica de conservas de pescado añadió su producción al tráfico de la línea.
En 1967 la mina de hierro de Caldas cerró definitivamente sus galerías sin que llegara a extraerse de ellas ni una sola tonelada de wolframio.
Finalmente, en 1992, tras algunos valientes y desesperados intentos por parte de entusiastas del ferrocarril para preservar la línea de Caldas a Sama convirtiéndola en una explotación turística con tracción vapor, RENFE la cerró junto con algunas otras líneas igualmente deficitarias.
Hoy es una vía verde utilizada por ciclistas y paseantes para disfrutar de la naturaleza.

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Puente de piedra sobre la antigua línea de Caldas a Sama, a la salida de Pola.