Enhorabuena, Jordi, por este nuevo trabajo y muchas gracias por compartirlo con todos.
Cada uno tiene su tren "fetiche", y éste es el mío (aparte del Talgo Mare Nostrum que veía aparecer por Valencia Término con mis abuelos dentro cuando yo tenía escasamente la estatura de las famosas ventanas circulares, y mi abuelo dentro ciscándose en todo quejándose del retraso que ya acumulaba en Barcelona Pº Gracia desde su salida en Cerbere).
La preciosa (por colorido, encuadre e iluminación) foto de Phil Wormald de la cabecera del tren (a su llegada a Valencia Término) que aparece en la página 3, en la vía 1 de Valencia Término, es tal como me lo encontré cuando iba a cogerlo con destino Zaragoza Portillo el 29 de noviembre de 1989 (salida sobre las 21:45 aprox) el primer día que salía de mi hogar paterno para mi primer trabajo en Sabiñánigo (Huesca). El viaje (al nos disponer de vehículo propio) era bastante esotérico: salir de Valencia la noche anterior, llegar a ZGZ Portillo sobre las 3 de la madrugada (sin pegar ojo ni sentado ni en literas (sucesivos experimentos

)) para esperar allí, en aquel ambiente tan peculiar de las estaciones de tren por las noches, al primer canfranero (un camello) que salía a las 7 de la mañana y que llegaba a Sabiñánigo a las 10:15 h. 12 horas y media para hacer un trayecto de 475 Km en coche y unos cuantos más en tren).
Recuerdo para siempre aquella noche del 29 de noviembre, subido yo al descansilo del 2ª departamentos, tremendamente emocionado, con mis padres y mi hermana en el andén, igualmente emocionados al ver que su hijo se iba de casa. La emoción del momento y de la situación no me permite recordar ni la composición ni la tracción exacta.
Los viajes de vuelta los hacía con un camello desde Zaragoza gracias a que un compañero que vivía en Zaragoza me ahorraba el periplo Sabiñánigo-Zaragoza Portillo. Y el primer viaje de vuelta a Valencia fue (proverbialmente) por Navidad

, como el anuncio de turrón.
Mis viajes con el Sol de Levante entre Valencia y Zaragoza duraron pocos meses. Como es obvio, "perdía" todo el fin de semana entre ir y volver y no tenía sentido, o sea que solo fueron 3 ó 4 viajes. Lo de las madrugadas en El Portillo eran experiencias surrealistas

, según con quien te encontrabas allí y su estado físico y mental. Todo acabó cuando me compré el coche, a plazos claro, y "me olvidé" del tren durante una buena temporada, a costa de un largo y cansado viaje de casi 6 h (sin autovías).
Perdonad el rollo, pero uno tiene ya una edad, y me ha tocado la fibra.
Reitero, Jordi: muchísimas gracias y felicidades por el excelente (uno más) trabajo.