Bajo el cielo de una mañana teñida de nostalgia, me encuentro de pie, vestido con el uniforme militar que marcó una época en la que la juventud se fundía con la responsabilidad. Junto a la imponente locomotora 269-061, encabezando el Talgo con destino a Ginebra, un viaje que conduje con la firmeza de la juventud en mis manos.
La estación de Francia en Barcelona se erige como testigo silencioso de aquellos días impregnados de sueños y despedidas. Las luces parpadeantes de los vagones y el sonido metálico de la máquina evocan los ecos de una época que se desvaneció con el tiempo.
Entre la estela que se desvanece en el aire, mi mirada se pierde en la distancia, recordando los anhelos que albergaba en el corazón. Los años 80 del siglo pasado, una década que resuena en la memoria como un suspiro, donde la juventud y la melancolía se entrelazaban en un baile efímero.
En la fotografía, el reflejo de aquel joven militar que guiaba el tren hacia destinos lejanos se mezcla con las sombras del pasado. La locomotora, como un símbolo de fuerza y movimiento, se convierte en un testigo mudo de historias entrelazadas con las vías del tiempo. Un instante capturado en el crisol de la nostalgia, donde la estación de Francia guarda secretos de partidas y llegadas, y yo, con uniforme y mirada perdida, soy apenas un eco en la inmensidad de aquel ferrocarril de recuerdos.
Texto y foto : José Ignacio
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